La mujer, la dramaturga, la actriz, la productora y la impostora somos la misma persona, pero revueltas. 

Por Iankarla Castillo Jiménez (CDMX y Tabasco)

0. Voy a iniciar por el presente y el presente es casi el final de una historia.

En la tercera semana de terapia mi psicóloga me preguntó mientras lloraba ¿qué hago con mi violencia?.

Me quedé callada, el silencio en terapia es aterrador porque se supone que alguien debe de hablar o al menos eso supongo. Como nadie dijo nada por un largo tiempo terminamos la sesión mucho antes de lo esperado y esa pregunta me estuvo rondando toda la noche. 

Soy una mujer controladora, creativa, pero caótica en la soledad. Todo empieza con papel bond pegado en la pared y plumones de colores, mucho café, galletas, chocolate o cualquier sustituto de azúcar.

Mi creatividad no es saludable: es violenta. 

Esa noche no había papel bond ni chocolates. Tomé mi última declaración del SAT doblemente impresa y la pegué en la pared; no era del tamaño del papel bond, pero podía escribir. 

¿Qué hago con mi violencia? ¿Por qué reprimo mi violencia? y me quedé un rato escuchando maullar al gato releyendo esas preguntas. 

Escribo. 

Y hace mucho que no escribo.

O bueno, no escribo de verdad, solo notas en el teléfono al azar.

Esta mujer está en crisis. No escribe, reprime su violencia y por eso tiene ataques de ansiedad.

La psicóloga me dijo que la falta de expresión de mi violencia provoca mis ataques de ansiedad. 

Yo escribo. Lleno libretas con letras que hacen mucho sentido. Mi mente vuela, va rápido, hasta suena bonito y es divertido, o lo era y ahora solo lloro, me rasco la cabeza, nombro las cosas que tengo cerca y no tomo papel y plumón, lápiz y libreta, ni teclado. Yo escribo. Con mi violencia en la garganta cerrada escribo, enamorada escribo, triste, insatisfecha o borracha o por encargo, escribo, y me librero, y luego entonces puedo volver a ser con otros. 

Esta mujer escribía. Escribía poemas, diálogos y carpetas artísticas. Cuando escribía todo eso no se rascaba la cabeza ni lloraba con ansiedad. 

  1. LA MUJER QUE ESCRIBE

Hace 3 años escribí más que nunca. Terminé la carrera de dramaturgia y las manos me dolían de escribir y la cabeza fluía con mi cuerpo. Podía mal alimentarme, pasar hambre, salir con extraños, todo era fascinante, todo me inspiraba. 

Yo quería escribir teatro para bebés y escribí la obra a la que le llamo mi bebé. El texto es sobre una chica ansiosa que necesita urgentemente que se aclare la relación que tiene con un amigo, que no le gusta tanto, pero en el camino se va notando su pérdida de fe, necesidad de control y pánico al fracaso. Ella es joven y errática.

Para nada es teatro para bebés, pero como dije antes, escribo. 

El texto se escribió con violencia sobre la misma cama en la que ese texto se redacta. Siempre de madrugada en vez de dormir, en vez de terminar la obra con la que se supondría me titularía y en vez de leer todo lo que debía leer. Ese texto no tuvo papel bond ni chocolates, se escribió después de ese ritual para las otras obras. Escribir “todo está bajo control” era mi desahogo ante la inminente necesidad de entregar todo lo demás (otras dos obras y un guión de largometraje). Esta obra no debió ser escrita en principio, surgió de una provocación en clase de Flavio González Mello: «escriban una escena de 3 cuartillas como máximo en la que mezclen dos géneros de Netflix» . Yo escribí una escena de 15 cuartillas y como nadie entregó la tarea, toda la clase se fue con notas por mi tarea mal hecha. Flavio concluyó: «no es lo que pedí, pero tienes una obra de teatro. Termínala y cuando acabes la leemos«

¿Por qué? ¿De dónde viene la creatividad? ¿Por qué la creación está íntimamente comprometida con el caos y no funciona como un capricho? Yo tenía otra obra que escribir, con la que me iba a graduar y deseaba tanto que le gustara a mi maestra que nunca logré terminarla (hasta la fecha).

El texto dramático fue resultado de la disciplina diaria para escribir otros textos de ficción, que con más tiempo invertido para su génesis, no han sido prolíficos. Yo escribí de noche, todas las noches hasta la madrugada sin presiones. Escribí eso que se me dictaba y en el fondo era lo que realmente quería decir y dije. Solo entonces trabajando el músculo creativo, escribiendo otras historias, ejercitando mis referentes, al final del día algo fluyo. Si bien el texto se revisó con mis compañeros de clase y diversos tutores, la semilla fue sembrada durante un arduo proceso creativo. 

Me gradué con una lectura dramatizada de “Todo está bajo control”. Tuve muchas reescrituras, al inicio se llamaba ”Deja de pretender que todo está bajo control”, pero Javier Malpica me acortó el nombre. Yo quería hacer una especie de “Fando y Lis” Beckettiano. No lo fue, pero si gané un PECDA en Tabasco como actriz de mi obra que también produje. Porque esta mujer escribe carpetas ganadoras, obras de teatro y también es actriz, pero cuando ve las vías vacías del metro se siente atraída y yo tengo que obligarla a dar pasos atrás. 

  1. LA PROMESA 

Como a los 12 años me dije que de grande iba a escribir una película que iba a actuar y producir. A los 30 años había escrito una obra de teatro que actué y produje y ha tenido temporadas en dos estados de la República y un festival nacional. ¿Por qué me siento tan mal?, ¿Por qué me quiero morir?, ¿Por qué no basta con la creatividad? 

  1. LA DEFINICIÓN DEL PROBLEMA

De acuerdo con un blog del portal de becas del banco Santander (https://www.becas-santander.com/es/blog/sindrome-del-impostor.htmlel síndrome del impostor es un fenómeno psicológico que hace que aquellas personas que lo padecen sientan que nunca se encuentran a la altura de las circunstancias o que son incapaces de aceptar que merecen lo que han obtenido como fruto de su trabajo.

  1. ¿LA ACTRIZ?

Dije lo que quería decir. Bueno, lo escribí. Lo escribí con la violencia de mis relaciones pasadas y la experiencia de ser hija de mis padres, amiga de mis amigas y el miedo de llegar a ese lugar en donde las parejas creen que todo está bajo control, pero nunca lo estarán. No dije absolutamente nada hasta que me enfrente al personaje, a encarnarlo, al análisis del texto completo y ver todos los fantasmas del pasado y del presente entramados en escena (esto parece “Cuento de navidad”).

Me aterré. MI PERSONAJE era MEJOR EN CUERPO Y VOZ DE OTRAS ACTRICES. O tal vez yo solo quería verlo en escena, no habitarlo, pero la habité.

Habité el escenario y ese personaje creado por mí, por supuesto, más insegura que nunca. Para este punto tenía un equipo creativo de teatreros de mi generación muy emocionado de hacer teatro en plena pandemia. Luis Arturo Rodríguez, quien interpretó a Lalo también montó transiciones corporales y coreografías para la puesta en escena. Tenía que bailar con el bailarín. Me puse a entrenar y a dieta. Aprendí los pasos de algo parecido al tango, porque además a la dramaturga (yo) se le había ocurrido la grandiosa idea de que el personaje femenido tomara el lugar de la pareja de baile masculina y viceversa para bailar tango. Quien sabe algo de bailes de pareja sabe que el varón lleva a la mujer y ella hace los pasos más complicados o al menos eso parece. Entonces yo tenía que llevar a Luis, ó sea a Lalo, que era una bonita metáfora en mi obra, pero un gran reto llevar a la coreografía. 

Cabe destacar que para ese momento eran una locura preciosa los ensayos, porque al mismo tiempo que Alina Maldonado creaba la música, Luis y yo montamos la coreografía. Fue hermoso. Estaba aterrada, expuesta, vulnerable, buscando depa… pero fue hermoso. 

Para este punto esta mujer (yo) estaba poniendo límites en su vida familiar y personal y no, nada estaba bajo control, menos la mudanza. Y sí, el proceso creativo también está impregnado del contexto en el que se está ejecutando. 

Esta mujer estaba abriendo las heridas que cerró con violencia mientras escribía su obra de teatro. Le daba mucho miedo estar ahí, pero disfrutaba mucho estar ahí. 

  1. LA MUJER QUE RESUELVE

Disfruté mucho el proceso creativo del montaje hasta 4 semanas antes del estreno. Para ese momento la persona encargada de los diseños de escenografía, iluminación y vestuario no me había entregado nada concreto por lo que el trazo escénico no era seguro aunque ya corríamos la obra completa. Todo parecía indicar que como no me conocía ni al el elenco y tampoco era un EFI sino que un PECDA de Tabasco, nunca terminó de estar dentro del equipo. Y ese fue uno de los grandes aprendizajes: no porque yo quiera trabajar con alguien a quien admiro esa persona querrá ser realmente parte de mi equipo. 

Para ese momento ésta mujer (yo) entró en modo productora y a resolver. Lo hizo muy bien, pero se salió del presupuesto, aunque consiguió el dinero con rifas y llevando redes sociales del Dramafest.

La directora Pamela Caloca -quién la había contactado- le dio las gracias. Parecía un presagio del título de la obra “NADA ESTABA BAJO CONTROL”. 

Recurrí a mi tribu teatral de becarios de la 34 MNT quienes seguimos en contacto en un chat maravilloso y llegué con Ricardo Salgado, leyó mi texto y a los dos días me hizo una propuesta muy interesante de escenografía: unos puff psicodélicos que emulaban órganos del cuerpo que podían armarse como una especie de rompecabezas y literalmente podríamos hacer con ellos cualquier cosa, no pesaban y cabían en un carro. La idea llegó a él por cómo los personajes van desentrañando y reconfigurando su relación. Tal vez, si hubiéramos trabajo desde el inicio se hubiera pulido el diseño mejor, pero funcionó.

  1. LA IMPOSTORA SOMOS LA MISMA PERSONA, PERO REVUELTAS 

Mi yo actriz seguía aterrada, desconcentrada; mi yo dramaturga estaba muy emocionada, quería disfrutar el experimento de su fetichismo llevado a escena; mi yo productora sabía que excedió su presupuesto; Mi yo mujer de 29 años, que estaba poniendo límites, cumpliéndole los sueños a su niña de 13 y viviendo sola, sentía que todo estaba mal, que si el escenógrafo que admira desdeñó su obra era porque no era buena dramaturga, que si no le alcanzó el dinero era porque no era buena productora, que si se sentía vulnerable a exponer su cuerpo, mente, sentimiento y voz no era buena actriz y que si estaba a punto de presentar la obra frente a su familia era como la forma más épica de evidenciar su bisexualidad, saliendo del closet bisexual en el escenario no era de una buena mujer o de una buena hija. 

Era una impostora de todo, que escribe para ocultar su violencia y cree de nuevo en que puede volver a crear.

Deja un comentario

Web construida con WordPress.com.

Subir ↑