“Reverdecer” o sobre cómo nombrar lo que nos duele. Texto coral

Por Sonia Gregorio, Carmin Avendaño y Nayelhy Montaño (Oaxaca, Colima y Michoacán)

¿Cómo seguir una historia sobre mí, si todavía me estoy construyendo? 

Nuestra historia está hecha pedazos, ahora tenemos que reconstruir la historia. 

Con suavidad

Consolar cada pedazo

Con suavidad

Aliviar cada recuerdo

Con suavidad

Arrullar cada imagen

I

Una planta

Esto surgió en el año 2021 cuando Carmín y yo nos encontrábamos en Colima en un taller de técnica vocal. Ella me compartió un texto que escribió cuando recordaba uno de los duelos más importantes que ha pasado, en el cuál asimilaba su duelo con uno de los árboles endémicos de su región: la primavera. De ahí surgió la primera idea de este proyecto que luego se transformó “realizar un montaje escénico donde habláramos sobre los árboles que se localizan en nuestros territorios.” Sin embargo no sabíamos por dónde comenzar, así que invitamos a Sonia a escribir y dirigir el montaje y ella, a su vez, nos invitó a participar en su proyecto personal, Teatro en Llamas. Ella tenía bastante tiempo queriendo crear su propia compañía y tenía la idea clara de que a través de este proyecto seguiría investigando la creación escénica desde las historias de vida y el trabajo con territorios de la periferia de las ciudades.

Cuando por fin nos reunimos, las chicas me contaron su idea y puesto que no teníamos un texto en el cual basarnos les propuse hacer un laboratorio en el que el objeto de estudio fueran ellas, al principio no tenía idea de hacia dónde dirigir el laboratorio y la obra, pero poco a poco me fue quedando claro que ambas necesitaban nombrar una historia de dolor que habían callado y que justamente era lo que las hacía sentir de alguna forma marchitas. 

En ese tiempo yo me encontraba creando mi proyecto personal con el que soñaba escribir y dirigir, pero al mismo tiempo no sabía por dónde empezar. Recientemente había decido separarme del proyecto en el que colaboré por ocho años y con el que empecé a hacer teatro, me sentía sola e insegura, de alguna forma yo también estaba atravesando un duelo y me sentía marchita.

Nunca antes había dirigido, al menos de forma convencional, porque sí había ideado diversas piezas performáticas personales y acciones escénicas con las personas del mercado. Al principio tenía miedo de no llevar el proyecto a un buen puerto, pero lo que me hizo sentir segura, fue que ellas estaban totalmente dispuestas a experimentar y además confiaban en mí. 

II

Remover la tierra/ transplantar

La primera mañana después de ingresar a mi madre al hospital, sali y vi una enorme y florida primavera en el esplendor de su color amarillo. 15 días después, en el sepelio de mi madre en medio de la suspensión de mi atención; al fondo del panteón, a ras del suelo, la hojarasca de una gran rama me trajo de regreso; las reconozco, eran las flores marchitas que se habían tornado marrones, se estaban integrando a la tierra, así como lo haría mi madre. Subí la mirada y vi la soledad de sus ramas, había perdido las hojas y la alegría de sus flores estaban en el suelo, parecía un árbol seco. Ese árbol describía mi sentir: me reconocí. Cruzó un pensamiento que tome como consuelo, es un ciclo y todos los años las primaveras vuelven a florecer, volveré a reír.

Cuando iniciamos el laboratorio me encontraba leyendo un breve texto de Alberto Villareal Del ensayo como ensayo, mismo que se volvió una base fundamental para nuestro proceso. A partir de algunas premisas que Villarreal lanza en torno al ensayo como modo de creación fui ideando la pieza como un ensayo escénico: 

Ensayar forma parte de los fenómenos de lo indeterminado y lo renuente a ser concreto y definido. 

Ensayar sigue siendo un oficio abarcado por la intuición. 

En cuanto a su condición de realidad en el mundo, el ensayo es un espacio imaginario.  

Todo en el ensayo debe fisurarse para dejar entrar el azar, al ruido o al aire que provoca la intromisión de lo no planeado. 

Cuando comencé a pensar la obra como un ensayo algo se modificó en mi, los miedos dejaron de paralizarme. El ensayo es un campo que me gusta porque está regido por la intuición y por el error, así que paradójicamente nunca hay nada que perder. 

El proceso de escritura lo comenzamos en línea y el asesoramiento que tuvimos en la escritura por parte de Sonia, fue sumamente esencial para la creación de la mayoría de los textos de la obra. Escribimos mucho y a la par, llevamos una bitácora de creación. Intuíamos qué queríamos ver en escena, sabíamos que queríamos desprendernos de varias cosas de nosotras, ponernos en riesgo y crecer como personas y actrices. Algunos meses en los que estuvimos escribiendo los textos de la obra, yo estaba trabajando en una tienda de pinturas. Me sorprendí muchísimo en cómo vinculé mi estancia en ese lugar con el teatro y toda mi experiencia en ese trabajo nutrió mi escritura y les dio color a mis textos.

Otro de los libros que me acompañó a lo largo del proceso fue La nostalgia de los sentidos de Conchi León, en el que reúne una serie de ejercicios de dramaturgia testimonial, algunos de los cuales retome y replantee para compartirlos con Carmín y Naye, gracias a estos y otros ejercicios que fui ideando, al final de dos meses teníamos un gran archivo con textos, videos y fotografías acerca de ellas y sus vidas, en el que predominaban aquellas historias relacionadas con el duelo que ambas atravesaban. 

III

Regar y cuidar

Desde el inicio del proceso supe que necesitábamos internarnos de forma presencial al menos un mes para montar la obra. Durante el mes siguiente a nuestro laboratorio virtual me dediqué a revisar nuestros archivos con la intención de encontrar una forma de unirlo todo y a la par estuve gestionando nuestra residencia de creación en mi ciudad, Oaxaca. 

Por fortuna las cosas se dieron más rápido de lo que pensaba, en dos semanas conseguí que Poco a Poco Un colectivo conformado por mujeres curadoras de arte y gestoras, me prestaran una hermosa casa en el centro de la ciudad por quince días; para cubrir los otros quince días de la residencia tuvimos el apoyo de la bailarina Evelin Méndez quien nos prestó un estudio de danza y un pequeño departamento que forman parte de su proyecto llamado Necia. Así nuestra planta fue reverdeciendo y creciendo gracias al apoyo de mujeres a las que admiro. También conseguí que La locomotora foro escénico nos prestara su foro por dos semanas para ensayar y para hacer dos ensayos abiertos al público. 

Antes de vernos les propuse a las chicas que escribiéramos una lista de las cosas que nos gustaría que sucedieran y que no sucedieran en el proceso, para mi hacer esto fue como lanzar un conjuro de amor para nuestro proyecto y también un intento de tener las cosas claras. Así coincidimos en que cuando nos viéramos trabajaríamos prácticamente todo el día, con espacios para nuestras tres comidas, una hora de descanso al día y espacio para estar solas si lo necesitábamos. 

Cuando finalmente nos reunimos en Oaxaca, exploramos escenas de algunos textos que escribimos, realizamos otros ejercicios y Sonia supo que la obra estaría enfocada en tres líneas: La historia personal de cada una de nosotras, nuestros cuestionamientos acerca del teatro y la actuación desde nuestros territorios y el personaje de nuestros sueños.  

Sabía que este proceso sería un espacio para escuchar mi corazón, quitar las hojas muertas, así como dejar caer las hojas que ya no sirven, limpiar, hacer espacio para que nuevas historias nazcan entre las ramas. 

IV

Reverdecer: el nacimiento de Reve

No todas las flores crecen al mismo ritmo y la paciencia fue una herramienta muy útil para todo este proceso.

Cuando mi hermana murió, los colores de las flores se las llevó y yo con este proyecto estoy buscando reverdecer mi alma. Las plantas necesitan lluvia para vivir, llorar para no ahogarme ni enfermarme, necesitaba expresar lo que sentía para no morir en vida. Sabía que en el proceso habría mucha lluvia que saldría de mi alma, pero también sé que el llanto es para sanar, y ahora las aves están felices porque la lluvia lavó sus alas y vuelven a cantar.

Sabíamos que el duelo era el tema que nos llevaría a abordar la escena, ese año mi duelo materno se fusionó con un duelo amoroso que me llevó a profundizar en mi historia familiar y a entender que mi comportamiento se debía a heridas de la infancia donde mi línea materna afloraba. Por mi parte Reverdecer es una síntesis de años de reflexión y un proceso de autoanálisis al que accedí gracias a mi deseo y búsqueda de convertirme en actriz.

En 2020 cuando una maestra de canto nos compartió la canción reverdecer de perotá chingó atesore el coro: “mi voz sea la herramienta cuando el trabajo sea reverdecer” vibraba conmigo porque yo sabía que tenía un asunto con las palabras, con narrarme, con todo lo que yo ya había olvidado y no podía nombrar.

Dos semanas después de nuestra residencia en Oaxaca, viajamos a Michoacán para el estreno oficial de la obra en el Centro Dramático de Michoacán, el lugar en el que las tres nos conocimos. Una vez ahí la obra creció todavía más, el CEDRAM nos llenó de amor, teníamos la comida deliciosa de doña Lulu, Naolli Eguiarte (Directora del CEDRAM) nos permitió tomar todo lo que necesitaramos de la bodega de vestuario y utilería, Raúl Medina (Gigio) nos hizo el diseño de luces y resolvió absolutamente todo lo que necesitábamos para la escenografía, Rodrigo Espinosa nos hizo el video y las fotos de las funciones. 

Con Reverdecer para mí nació una forma diferente de hacer teatro, me atreví a nombrar la historia que me duele, a darle voz al invierno. Me atreví a cantar en escena y alcé la voz, cuestione cosas sobre el teatro, sobre mi ser actriz, mi ser persona, mi ser compañera en escena, sobre mi territorio y cultura. Me renombre, asumiendo que mi historia es parte de mi identidad y el nombrarla, también es aceptarla. 

Reverdecer es la primera obra que dirijo, pero también es el primer resultado de una investigación en la que me encuentro desde hace dos años, misma que tiene que ver con la restauración de la historia familiar y con la creación de una cartografía del duelo, por ello a lo largo del proceso para mí fue más importante lo qué pasaba en Carmín y Naye, que la obra misma, al final la obra solo tiene sentido si ellas reverdecen y si yo misma lo hago. Después de todo lo que hemos pasado para crear nuestra obra me siento distinta, muchas de mis intuiciones se han reafirmado,  ahora sé que es posible tener procesos de creación en el que la escucha y el cuidado sean la base, aunque a veces parece una utopía y en el camino una tiene que lidiar con muchas cosas. 

Con Reverdecer buscamos florecer, volver a ver la primavera y a la vez, asumirnos como actrices y creadoras escénicas. Hasta el momento lo estamos haciendo, nuevas hojas se asoman en nuestra mirada y las flores ya están brotando.  

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