Por Yuly Moscosa (Ciudad de México, México)
Empezaré por escribir algunas palabras que giran en torno a mi inhibición:
- Miedo
- Enojo
- Contención
- Inseguridad
Cuando empezamos a generar este espacio de escritura me dio mucho miedo y, al mismo tiempo, entendí que tengo la urgencia y la capacidad para compartir desde mi experiencia. También llegaron ciertas preguntas: ¿Desde cuándo sentí miedo para expresar lo que siento? ¿Era tímida de niña? ¿Qué necesito leer para escribir lo que siento? ¿A quién me dirijo? Ese recuerdo me invadió, alcé el teléfono y le hice una serie de preguntas a mi mamá.
Entrevista a mi mamá el 22 de mayo de 2020.
Yuly: Mamá, ¿cómo era de niña?
Mamá: (Risas) ¡Ay! Pero no te vayas a ofender. Bueno, es que eras como la chingada.
Yuly: ¿Por qué?
Mamá: Yo creo que así te hicieron en la escuela. Me acuerdo que lloraba porque regresabas mordida del kínder. Luego íbamos con tus primos y también te pegaban. Siento que eso te hizo de carácter fuerte.
Yuly: Pero yo me acuerdo que me decían que me defendiera.
Mamá: Ah sí, tu papá y yo siempre te decíamos que te defendieras, pero hubo un momento en el que ya no se te podía decir nada porque te enojabas. ¿Te acuerdas cuando me tiraste encima el vaso de agua de jamaica?
Creo que solo fui tímida los primeros años de mi vida. Fui bulleada en la escuela durante mucho tiempo y en casa había cierto grado de violencia intrafamiliar. Era un animalito asustado al que cuando le dieron permiso para defenderse, se convirtió en el demonio de Tasmania.
Empecé a destruir todo a mi paso, a las maestras les decía: ¿Quién eres tú para obligarme a entregar las tareas? En alguna ocasión mi mamá me jaló el cabello para que me metiera a bañar y le tiré el vaso de agua de jamaica encima. Cuando quería participar en clases, mis compañeros me tiraban bolas de papel para que me callara y un día yo les tiré un compás. Me defendí y liberé mi voz, pero me veían como una niña agresiva y grosera. En ese tiempo estuve muy sola.
Durante mi camino escénico he profundizado en las posibilidades que tiene mi voz. Al principio era regodearme en su potencia, después entré en un proceso de querer moldearla hasta silenciarla por la violencia que generaba. Recuerdo que una maestra me dijo que era como “el borras” y que podía lastimar a alguien si no me contenía. En ese momento decidí ser dogmática con las estructuras del teatro, para no cometer errores. Luego empecé a buscar certeza, madurez, responsabilidad… todo lo que una cree que significa ser adulta.
Hace diez meses murió mi padre y esto provocó mucha inseguridad en mis convicciones, mi situación económica, incluso en mi elección por las artes escénicas como profesión. Me di cuenta de que no tengo prestaciones y que mi papá era mi AFORE. Ahora veo que no solo es un duelo de su partida y que una parte de mi también se fue, sino que tengo que responsabilizarme por mi vida económica. Ahora el no tener seguro médico importa, no tener INFONAVIT importa, no tener un ingreso constante importa. A veces pienso que solo eres artista si te alcanza. Tal vez me equivoco, pero fue un balde de agua fría recibir los embates de la practicidad. Aunque ahora también pienso: ¿Por qué cuando no tengo estabilidad económica siento que no puedo hablar? ¿No es esto parte del problema?
He descubierto que solo puedo alzar mi voz cuando estoy en comodidad; de lo contrario solo surge hasta que la rabia me consume. ¿Qué querrá decir esto?
En este recorrido del duelo también sentí una inmensa preocupación por mi mamá y mis hermanas, porque ahora ya no está la voz masculina que nos protegía del mundo exterior. Descubrí en mí una dependencia patriarcal en todo lo que hacía y me encontré con el feminismo, que me ha generado la urgencia por conocer esta nueva voz, hablar desde mi historia personal que también es política, cultural y social.
Al empezar a articular mi proceso de desinhibición, transité por estas cuatro palabras: el miedo, el enojo, la contención y la inseguridad; que siempre aparecen cuando inicio cualquier proceso creativo. No puedo decir que ya tengo un manual para la desinhibición, pero creo que el hacer consciente este camino me ayuda a que sea menos doloroso y empiezo a encontrar una salida: removiendo la caca con el dedo para que florezca lo humano.