Descoser la ficción. Una mirada propia

Por Liliana Hernández Santibañez

Para ti y para mí:

Compañera incompetente.

Eterna buscadora.

Creadora insaciable. 

Feminista insuficiente. 

                               Compañera que acompaña, escucha, respira con otra.  

                                                                           Compañera que señala y también propone.

                                                                            Compañera que escapa y crea algo propio.

                                                              Compañera que se queda y resiste creando veredas.

                                                                                     Compañera que se vuelve amiga.

     Juntas, vamos creando momentos para hablar en voz alta. 

          Juntas, vamos creando momentos para crear sin miedo. 

Juntas, vamos creando momentos para estar y respirar.

Juntas, nos mantenemos vivas.

Tengo miedo. Siento hormigas en mis manos. En ocasiones me cuesta respirar pausadamente para tranquilizarme. A veces tengo arranques de energía y aprovecho para terminar todo lo que tengo que hacer. Muchas veces no quiero ver a las personas, me desgasto mucho. Descubro que tengo una voz diciéndome constantemente que debo salir y ver a más personas. Hay muchas cosas que hago con miedo. Ojalá algún día pueda estar, hacer y sentirme bien, tranquila en todo momento. Ojalá algún día pueda gestionar lo que siento y compartirlo en el momento adecuado.  

El miedo a la página en blanco continúa, escribir es como entrar a escena. Las palabras de Gloria Anzaldúa están en mi memoria “escribo para grabar lo que otros borran cuando hablo, para escribir nuevamente los cuentos mal escritos acerca de mí, de ti. Para ser más íntima conmigo misma y contigo”. Cuando se trata de compartir algo vivido de manera colectiva, llega el temor de no abarcar lo justo para comunicar lo que ha sucedido, una sensación de ambigüedad e insuficiencia, ¡qué complejo escribir eso que es muy claro en sensación! (creo que por eso camino mucho). No obstante, haciendo mi mayor esfuerzo te pido que me acompañes.

Imagina que estamos juntas, caminamos por una avenida larga llena de muchos árboles, te muestro uno de ellos, se llama ceiba. Seguimos caminando, llegamos a un parque, vemos a muchas personas sentadas en las bancas, sientes calor, yo saco de mi bolsa un abanico y te lo doy, lo usas y te refrescas un poco. Llegamos a una heladería, pedimos dos helados, yo de guanábana ¿ y tú?

Respiro. 

Hay varias cosas que guardo para mí misma, una de ellas, quiero decirla en este momento: ME HUBIERA ENCANTADO TENER AMIGAS DURANTE MI FORMACIÓN ACADÉMICA EN LA ESCUELA DE TEATRO.

Respiro.

Me hubiera encantado expresar mis ideas sin miedo, me hubiera encantado asistir a un círculo como este, me hubiera encantado quitarme esa mirada propia que me vigila para que todo lo que haga sea “perfecto”. 

Y todo tiene su tiempo.

                                                                       Y todo vuelve a su lugar.

                                    Y todo se vuelve más llevadero.

                                             Y una aprende a hacer las paces consigo misma. 

Cuesta aceptar que hay experiencias y aprendizajes que no llegan en el momento justo y eso está bien; cuesta aceptar que hiciste lo que pudiste con lo que supiste en su momento y esto está bien; Cuesta aceptar que se nos olvida agradecernos todo lo que hemos hecho y eso está bien. 

Recordar las veces que sea necesario, que también a nosotras mismas hay que darnos las gracias. 

En febrero comenzamos a compartir camino con el proyecto “Descoser la ficción. Una mirada propia” creación de Jessica Valenzuela, Ana Castillo, Sayuri Navarro y Paulina Cuiriz, que han compartido generosamente con más creadoras de diferentes latitudes.

Cuando hicieron la invitación a las MEDEAS, me tocó acompañar al círculo de estudiantes, guiado por Ana Castillo. Agradezco profundamente a cada una que formó parte de este círculo.

Estudiar teatro. Estudiar teatro. Estudiar teatro. Estudiar teatro.

Cuando comencé a estudiar teatro tenía 18 años, vivía y me mantenía sola, estaba lejos de mi familia, era la primera vez que sentía verdaderamente lo que era ver por mí misma. Tenía mucho miedo, pero me aguantaba porque había que cumplir mi palabra. Aprendí a resolver haciendo, a no pensar tanto para no ahogarme en la parálisis. Tenía muy claro lo que había que hacer: estudiar teatro, trabajar en teatro, vivir de eso y demostrar que eso era posible. Constantemente me decía “dedicarse al teatro no es una depresión cotidiana” 

12 años después llegan momentos en los que sí me siento deprimida, abrumada, en crisis. Afortunadamente ya no me importa demostrar algo, inclusive la idea del teatro que tengo ya no es la que tenía y eso fue consecuencia de muchas experiencias, de varios tropiezos, de largas pláticas conmigo misma. De entender que el teatro no es lo que me enseñan en la escuela, es lo que creo por mí misma. Ahora me siento más tranquila. Aprendí a no idealizar. Me funcionó tener evaluaciones constantes de lo que hacía, pero sin sobre analizar. Entendí que el bloqueo es natural, que el proceso creativo es caótico. Y sigo aprendiendo a no sentirme responsable de la imagen que otros se crean sobre mí.

Y lo más importante: a cuidar de mí. La responsabilidad afectiva empieza con una misma.

Solamente que a veces una no se da cuenta de toda la memoria que se deposita en el cuerpo, todo eso que se queda contenido en alguna parte y que si alguien llega a tu vida, puede que esa energía se torne disponible y puede movilizar algo que creías apagado o silenciado. Y te das cuenta, es algo que se siente, quizá es una vibración, sueños extraños, dolores inexplicables, olores diferentes… ¿Cuántas veces te preguntas cómo te sientes? ¿cuántas veces hablas contigo?

Estudiar teatro. Estudiar teatro. Estudiar teatro. Estudiar teatro.  

Por tres meses estuve compartiendo espacio virtual con creadoras del estado de Aguascalientes. Este espacio, llamado círculo, estuvo siendo moderado por Ana, aunque después, la misma naturaleza del espacio nos exigió movilizar la moderación. Nos encontrábamos una vez cada quince días y manteníamos un vínculo más rápido por un grupo de whatsapp. 

Pienso mucho respecto a las estrategias que inventamos para estar juntas, para activar el diálogo. Pienso mucho en la disposición para compartir y para jugar con riesgo. Al principio fue difícil desaparecer del imaginario una jerarquía impuesta por la edad y pienso que una estrategia que funcionó fue construir acuerdos de autocuidado colectivo para con el espacio, para con nosotras, tener un piso en común y tener presente que los pactos son móviles. Dedicar tiempo a este espacio es sustancial. Incluso tomar el silencio como energía que también necesita espacio en el diálogo. Ahora el riesgo tuvo límites y creo que ahí comenzó una suerte de seguridad colectiva.

Ahora, ¿qué me gustaría que sepan de mí? ¿Qué me gustaría compartir con ustedes? ¿Cuáles son los límites que establezco en mi presentación? ¿Establezco límites cuando me presento?

  • Me gusta escuchar. Si necesitan ser escuchadas, aquí estoy
  •  La música me apasiona
  • Soy muy buena armando rompecabezas, me ayuda a la ansiedad y la depresión
  • Me gusta maquillarme. Me ayuda a expresar cómo me siento por dentro
  • Me encanta estudiar. Me siento muy bien cuando todo lo que hago tiene sentido
  • Me gusta escribir y ver películas. La ficción me salvaguardaba
  • Soy muy buena haciendo manualidades: bordar, nudos de macramé. También se me dan las plantas 
  • Me gusta arriesgarme, creo que soy buena en eso 
  • Me gustan las películas documentales, escuchar historias de las personas 
  • Me gusta mucho bailar 
  • Me gusta ver el cielo y  cargar bebés 
  • Me apasiona acampar. También me apasiona el teatro, ahí puedo ser quien soy 

El teatro … lugar donde puedo ser quien soy… 

Estudiar teatro. Estudiar teatro. Estudiar teatro. Estudiar teatro.

Los diálogos, reflexiones, comentarios que se activaron en el espacio giraron en torno a los espacios seguros y para hablar de espacios seguros hay que tomar valentía, a veces ni sabes de dónde.

cómo decir lo que siento sin que suene dramático, sin que suene a que me estoy haciendo la víctima. Cómo tener firmeza en mis palabras y al mismo tiempo calidez. Nadie me enseñó a decir lo que siento sin que me tiemble la voz. Necesito como mil días para entender qué me pasa. Necesito apuntar todo lo que necesito compartir de mi misma y qué vergüenza que vean esa lista conmigo. Todo lo que sientes es válido. 

La auto regulación, la gestación de nuestros sentires es una práctica de todos los días. No todas estamos en el mismo lugar, inclusive el conocimiento también es un privilegio. Lo que me da seguridad a mí, quizá sea lo que para ti también, pero quizá no es así. 

Decidimos compartir lo que significa para nosotras un espacio seguro, para ver si significaba lo mismo, si se sentía igual, saber si existía alguna manera de salvarnos entre todas, darnos fuerza, acompañarnos,  aunque no estemos en el mismo sitio. 

¿Qué es un espacio seguro?

  • Donde no existe el error. Es un fluir de la vida. 
  • Hacernos responsables de nuestras violencias.
  • Moverme sin sentirme juzgada. 
  • Un espacio seguro es donde mi cuerpo no se siente tenso.
  • Donde respiro hondo sin miedo.
  • Lo que me hace sentir segura es aquel espacio o personas con las que pueda compartir mi vulnerabilidad, donde pueda ser libre sin contenerme.
  • ME HACE SENTIR SEGURA que no soy una diferencia, soy diversidad.
  • Un lugar seguro es donde puedo contemplar el presente y lo estoy disfrutando, donde siento que mi corazón late y es un momento que quiero conservar siempre.
  • Para mí, un espacio seguro es poder comunicarse y entender, de entrada, que no nos enseñaron a expresar lo que sentimos y pensamos en voz alta.
  • Mi espacio seguro no siempre es sinónimo de <solo mujeres>. Para sentirme segura necesito sentir que se me escucha con respeto. 
  • A través de un proceso de terapia, reconocí que mi espacio seguro soy yo y me pasa mucho que me cuesta encontrar otros espacios seguros, en los que me pueda expresar; pasé por un proceso dónde aprendí a silenciar mi voz y que eso era parte de mi personalidad, así que ahora que tengo las herramientas para hablar y recibir, me cuesta encontrar esas personas o espacios donde pueda expresarme.
  • La seguridad me permite saber-entender que el error forma parte del aprendizaje.
  • La seguridad significa también confianza en otras y otros.
  • Me siento en un espacio seguro cuando no siento hormigas en las manos, cuando puedo decir algo y no me cuesta.
  • Mi lugar seguro es no preocuparme por cómo me veo.
  • Un lugar seguro es aquel en el que sé que cuido y me cuidan.
  • Mi lugar seguro se siente como una fogata.
  • He podido encontrar un lugar seguro, pero me pregunto ¿cómo hacer que las demás también tengan ese lugar en el mismo lugar que yo lo tengo?
  • Para mí no hay lugar más seguro que la ficción.
  • Donde no soy una extraña.
  • Me hace sentir bienvenida cuando las personas quieren saber de mí, me escuchan, me comprenden. Cuando un lugar lo hago mío a partir del tiempo en el que transito por él, no puedo tomar un lugar mío la primera vez que lo piso, debo encontrarme en él, crear la confianza.
  • Pienso mucho en lo recíproco cuando hablo de espacios seguros y también pienso en los límites.
  • Me hace sentir bienvenida el contacto visual, una sonrisa aunque no haya palabras.
  • Dónde pienso <aquí pertenezco>
  • Donde creo que un mundo mejor siempre es posible.

¿Qué es un espacio seguro para ti? ¿Cómo construyes un espacio seguro? ¿cómo lo compartes? 

Pasaron las semanas, compartimos mucho. Todavía tengo la esperanza de conocerlas a todas.

Nosotras construimos un espacio, el nuestro. EL NUESTRO PROPIO. Y cuando me dispuse a escribir este texto lo primero que pensé fue compartir lo que considero fueron nuestros pilares para NUESTRO sitio.

Y sigo enamorada de las listas… ordenan mi pensamiento.

Y seguiremos añadiendo más eslabones… porque nunca somos las mismas.

Y seguiremos construyendo in situ… con quienes decidamos estar.

Estudiar teatro. Estudiar teatro. Estudiar teatro. Estudiar teatro.

Conocernos, nombrarnos con nuestro pronombre. 

Minutos para compartir cómo nos sentimos. El silencio también es una forma de comunicarnos. 

Ese tiempo es para nosotras, para nosotras. 

Cuidarnos con el gesto y la palabra.

No asumir, preguntar las veces que sea necesario.

No se cambian las cosas únicamente señalando. 

Acuérdate de respirar.

“No sé lo que siento” es una forma asertiva de compartir el sentir.  

Acuérdate de respirar.

El diálogo también puede ser por escrito. ¡Gracias por la carta, Brenda!

Seamos honestas, todas estamos tratando de sobrevivir lo mejor que podemos. 

Acuérdate de respirar.

Cuidemos y comuniquemos cuando no podamos cuidar.

Acuérdate de respirar.

Está bien no pensar de la misma manera. Entendamos nuestro punto de partida.

Esto es un proceso.

Permite el error, la falla, la angustia, la molestia, la ira, el enojo, la frustración, el coraje.

Acuérdate de respirar.

Si sabes cómo, quizá sólo sea cuestión de comunicarlo.

Construyamos los lugares que deseamos habitar. 

Por ti, por mí.