Por: Yaimy Mendoza

Fotografía: Guillermo Ojeda

Mi proceso de formación como actriz ha sido testigo y reflejo de la importancia de  cuestionarme a mí misma. Durante mucho tiempo ignoré el impacto que tienen  nuestras palabras, así como su capacidad de dar presencia y visibilidad. Cuán importante es saber qué preguntarnos. 

El proceso para trabajar mi yo en la escena fue mucho más personal de lo que esperaba. Me obligaba a confrontarme con esos aspectos poco conocidos,  ignorados o rechazados de mi persona. Profundicé en un terreno que había  habitado siempre, pero que parecía tener muchos espacios sin explorar. En un  primer momento me sentí aturdida por la cantidad de cosas que nunca antes me  había preguntado a mí misma, al mismo tiempo me sentí frustrada por no haberme hecho esas preguntas muchos años antes. 

No somos un producto acabado, sino que estamos constantemente  haciéndonos, reinventándonos. Esto nos da una responsabilidad pero también un poder mayor sobre quién somos y sobre nuestra propia forma.

(Balcells, 2001)

Comencé enfrentarme a ciertos bloqueos a nivel mental, corporal y vocal que  aparecían durante los ejercicios de exploración actoral. En su momento no sólo me  limitaron e hicieron sentir insegura, sino que me estaban encasillando. Sentía que  muchos de ellos eran producto de la falta de técnica o práctica, y que respondían, en gran medida, a un proceso de desidentificación poco honesto de mi parte. Volví a cuestionarme a mí misma: ¿Qué es lo que no te estás preguntado?, ¿qué  estás haciendo mal? 

Cada vez que empiezo a trabajar en un nuevo montaje siento como si nada  estuviera a mi alcance; que no sé nada y que no tengo idea de cómo  empezar y estoy segura de que otra persona debería estar haciendo mi  trabajo, alguien que realmente sea un profesional. Me siento inestable,  incómoda y fuera de lugar. Siento que soy un fraude. En pocas palabras,  estoy aterrorizada.

(Bogart, 2001)

El trabajo de desidentificación precede al de la identificación. ¿Cómo sería capaz  de reconocer todo lo que tenía que soltar, trabajar o dejar fluir de mi persona, si no  era consciente de los agentes internos y externos que durante tantos años me  intervinieron? 

La identidad de las mujeres es el conjunto de características sociales,  corporales y subjetivas que las caracterizan de manera real y simbólica de  acuerdo con la vida vivida. La experiencia particular está determinada por  las condiciones de vida que incluyen, además la perspectiva ideológica a  partir de la cual cada mujer tiene conciencia de sí y del mundo, de los  límites de su persona y de los límites de su conocimiento, de su sabiduría, y de los confines de su universo. 

(Lagarde, 1990)

Sin embargo, continuaba en el camino por entender mi lugar en la escena. Pasé por una fase donde el término “presencia escénica” me obsesionó. Estaba  convencida que el estudio de este término y la posterior aplicación de los  resultados obtenidos, me ayudarían a contrarrestar mis bloqueos e inseguridades. 

Decidí acercarme a otras voces para entender cómo podía trabajarla. Comencé  por indagar los términos y palabras con las que, a nivel teórico, se solía relacionar.  Me comprometí con explorar y trabajar estos aspectos cuando me encontraba en  el espacio escénico, en ocasiones sentía que estaba alcanzando resultados  satisfactorios. Gran parte de estos avances se relacionaban con el trabajo de  investigación que realizaba y su posterior registro escrito, pero aún experimentaba episodios que me hacían replantearme si había elegido la carrera correcta. 

El espacio se hace fluido, todo es posible cuando el cuerpo no tiene una  representación fija, cuando ocupa un espacio variable que puede ser  enorme o muy pequeño, cuando el cuerpo no está condicionado culturalmente, cuando es libre”. 

(Balcells, 2001)

Logré desarrollar habilidades y potenciar algunas otras, en lo que al campo de la escritura se refiere. Mis textos parecían cumplir la misión estipulada: ser un canal  efectivo para el mensaje que deseaba compartir. A eso se añadía que tuve las suficientes motivaciones internas y externas para prestar cada vez más atención a mi discurso escrito. Pero justo en el instante donde la idea de hacer pública mi voz apareció, algo dentro de mí se modificó.  

Cuando leo trabajos, bitácoras y otros apuntes que elaboré antes de concluir mi  carrera, me sorprende toparme con una escritura tímida y poco personal, además  de utilizar un lenguaje donde sólo aparecían pronombres masculinos. Era claro,  para mí, que las preguntas estaban encaminadas a resolver la incógnita desde la mirada del actor y no la de una actriz. 

No se siente como algo que podría tener otra lectura al hacer el cambio de  palabra, pues es evidente la creación de un discurso en función de la misma.  Esto tiene sentido para mí dado las fuentes que consideraba esenciales en mi  formación, al menos en los primeros años, y lo poco que las contrasté con otras voces para obtener un discurso más rico en miradas, que me permitieran generar  una voz propia con la que me identificara mucho más. 

Cuando hablo sola, digo palabras que son de otro, que yo me digo a mí misma.  

Del documental “El libro de las imágenes” – Jean Luc Godard

Durante mucho tiempo no fui consciente de lo fácil que me resultaba moldear mi  discurso en función de otras personas. En su momento, no me cuestioné lo suficiente sobre qué tanto espacio estaba dejando para mis ideas, mis reflexiones, mis  experiencias y sobre todo mi voz. Permití que la posición, la trayectoria o el  estatus de otras voces determinaran qué tan válido era mi discurso (incluso otros), en lugar de funcionar como referentes o puntos de partida que aportaran, contrastaran y reforzaran mis opiniones. Llegué a darme cuenta de que la cantidad de personas que escucharían/leerían mis escritos, era proporcional a la inseguridad que tenía sobre incluir mis ideas.  

Tener derecho a mostrarse y a hablar es básico para la supervisión, la  dignidad y la libertad. Estoy agradecida de que, tras un momento temprano de mi vida en el que fui silenciada, haya podido desarrollar una voz.

(Solnit,  2014) 
De la obra “Sin oponer resistencia” (Borradura Teatro) en el 8° Festival Internacional de Teatro de La Rendija 2017. Foto: José Jorge Carreón

Para ese momento mi discurso escrito se enfrentaba a bloqueos que, en algún  punto, experimenté con el cuerpo. Lo que hacía o escribía en/para la escena  estaba más encaminado a una aceptación del afuera. No me cuestionaba lo  suficiente sobre esta situación, pues solía justificarme con la idea de trabajar para  el ojo de lxs espectadores. Sin embargo, la razón principal era mucho más  compleja: una auto-validación débil que venía cargando desde que era pequeña. 

En un momento de mi formación como actriz me encontré trabajando con un  grupo conformado solamente por mujeres, en la obra de teatro Sin Oponer Resistencia. Hasta ese momento había  experimentado el trabajo desde una perspectiva mixta. No me molestaba, pero reconozco lo significativo que fue para mí, en su momento, trabajar y pensar la  escena desde mi mirada y la de mis compañeras. Decidimos abordar y discutir  temas con los que nos identificábamos, que pertenecían al amplio espectro de lo  que concebíamos a partir de la palabra mujer. De manera paralela comenzaba a  generarme preguntas, fuera y dentro de la escena, sobre la feminidad, las  construcciones sociales, el papel de la mujer en la sociedad y los discursos donde lo personal se volvía político.  

Y mi sorpresa fue escuchar que mis padecimientos físicos estaban estrechamente relacionados con la forma en que estaba procesando mis  emociones de tristeza, de enojo, de impotencia, de miedo y de  incertidumbre. 

(Gómez, 2012)

No siempre logré compaginar mis avances y descubrimientos fuera y dentro de  las aulas. En una parte, por no haber reflexionado y cuestionado lo suficiente mi proceso de formación, por seguir lidiando con procesos de desidentificación y  apropiación, y por toparme muy tarde con escritos académicos que validaran de manera significativa la palabra actriz y la importancia de la mujer en la escena. 

…a sentir y a comprender mis emociones y no dominarlas con mi razón cada vez más fundamentadas teóricamente.

(Gómez, 2012) 

Entender, tiempo después, lo que ocurrió durante mi formación académica, me genera la sensación de haber buscado, en una gran parte de ella, un discurso y una poética propia con las palabras clave incorrectas. 

Estar en proyectos que daban tanta presencia a las palabras actriz y mujer,  modificó de manera gradual mi pensamiento y mi discurso. Me hizo darme cuenta  de los prejuicios y concepciones que tenía sobre ambos términos. Incluso llegué al punto de entender que por mucho tiempo consideré que utilizarlos le restaba valor a mis comentarios o debilitaba mis posturas en una conversación, y por ello no formaban parte de mi lenguaje cotidiano.  

Fue hasta un tiempo después que logré darme cuenta de que gran parte de mis  bloqueos cognitivo-corporales, mi necesidad de validar el lugar que ocupaba en la  comunidad artística y las muchas veces que dudé de mi discurso y palabra,  estaban ligadas a la relación que tenía conmigo misma y el conflicto con la palabra  mujer.  

Los cambios prácticos tienen lugar tras el cambio de los corazones y las cabezas. A veces los cambios legales, políticos, económicos, ambientales siguen a estos cambios, pero no siempre sucede porque es importante saber dónde está el poder para hacerlo.

(Solnit, 2014)

Mi proceso personal de cuestionamiento social, mi acercamiento al movimiento feminista y la madurez emocional que he adquirido a lo largo de los años, han sido  importantes agentes para que hoy yo pueda hacer y compartir estas reflexiones.  Miro al pasado para aprender sobre lo que necesito y quiero seguir trabajando, me permite ser honesta con mis procesos y aquello que me genera dudas constantemente. Estoy aprendiendo, quiero seguir descubriendo a través de la pregunta diaria: ¿qué es lo que no me he preguntado?

Bibliografía:

Balcells, Eugènia. (2001). “Atravesando lenguajes: sobre “el placer del cuerpo””.  En. DUODA Revista d’Estudis Feministes. N° 20 (pag. 123-131). [PDF] 

Bogart, Anne. (2001) La preparación del director: siete ensayos sobre teatro y arte.  Barcelona: Alba Editorial. 

Gómez, Dorotea. (2012). Mi cuerpo es un territorio político. [PDF] En Voces descolonizadoras Cuaderno 1. Brecha Lésbica. 

Largarde, Marcela. (1990). Identidad femenina [PDF] Texto difundido por  CIDAHAL: http://www.laneta,apc.org/cidhal/lectura/identidad/texto3.htm 

Solnit, Rebecca. (2014) Los hombres me explican cosas. [PDF] Traducción:  Martín, Paula. Madrid: Capitán Swing.