Por: Mayra Simón (Pachuca, Hidalgo)

En una era donde ser fenómeno viral viaja al unísono de la velocidad de la luz, resulta imprescindible brindarnos la oportunidad de pausar y generar distancia ante las fuerzas que consumen nuestra objetividad en la era digital. El proyecto que se presenta a continuación nace de la necesidad de localizar una fisura en la estructura mediática de las redes sociales, focalizando narrativas distantes y omitidas por el algoritmo de #Goals. Es decir, escenarios excluidos de lo que comúnmente sería un #TrendingTopic.

Memorias de 5 mujeres ante la nada: El empoderamiento femenino fuera del #TrendingTopic es un proyecto de investigación y creación narratúrgica desarrollado a partir del año 2017, con la creación del texto Dios aprieta pero no ahorca, obra basada en la vida de mi abuela materna, como parte de un proceso personal de luto. Este texto tenía como objetivo reconocer y comprender los diversos acontecimientos que dirigieron su vida al sedentarismo y a la depresión, dando como resultado el descubrimiento de diversos antecedentes opresivos y subyugantes de su entorno. Un contexto rural plagado de violencia y machismo, ejercido por diversas figuras masculinas en su vida; siendo ella una mujer más que cedió a las exigencias de su medio, sin posibilidad de elección.

A raíz de esto, como un acto de exposición y demanda, surge el interés de compartir y replantear las condiciones de género, etnicidad y autonomía de las mujeres de la tercera edad del Valle del Mezquital en el Estado de Hidalgo, a través de la creación de textos narratúrgicos que aborden situaciones de violencia dentro de la región. Como parte de este proceso y gracias al Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Hidalgo, nace en el año 2018 la obra Los perros que solo reconocían las enaguas; texto basado en la vida de 5 mujeres de Manzanitas Cieneguilla, Cardonal Hidalgo, una localidad que cuenta con 12 habitantes según el censo poblacional de octubre 2018 a cargo de la Mtra. Graciela Benita Ávalos Ramos, subdelegada de Manzanitas, Cardonal Hidalgo, en colaboración con el Centro de Salud de Cardonal. 

Con un 65% en preeminencia, el género femenino lidera los índices de población, pues del total de sus habitantes 4 personas son hombres y 7 son mujeres. Resultaría imprescindible poner en tela de juicio la veracidad de los registros numéricos, pues si bien nos aproximan al conocimiento contextual de una zona en particular, al ser inferencias basadas en el cálculo de probabilidades no suelen considerar los factores humanos que pueden modificar drásticamente futuras estimaciones, pues más allá del registro algorítmico de divergencia, sería interesante analizar y cuestionar los fenómenos que encierra tal diferencia.

En manzanitas somos 11 habitantes

Todos de más de 70

Para este punto cuando ustedes sepan que este pueblo existe quizá ya dejó de existir.

Manzanitas, el pueblo que tiene el tiempo contado

A la mejor por eso se llama “Manzanitas”. Si una manzana se pudre, se pudren las que están cerca.

(Fragmento de la obra “Los perros que sólo reconocían las enaguas”. Mayra Simón)

Distar un 65 y 35% de la población como factor de estudio o reconocimiento de la zona, resultaría poco útil, al concientizar el riesgo que representa la edad de los pobladores para el desarrollo y permanencia de la comunidad. En un escenario de esta naturaleza, ¿qué posee más valor? ¿La preservación de la colectividad o la calidad de vida inalienable de los pobladores? La supervivencia depende de la adaptación perfecta, decía un tal Darwin. Una supervivencia condicionada a la resiliencia. En esta comunidad de 12 habitantes las probabilidades, las aproximaciones, la adaptación y el ciclo vital de los seres vivos ha sido deconstruido gracias a la capacidad de decisión, o bien, de resiliencia de 5 mujeres que oscilan entre los 70 y 90 años. Mujeres que representan una de las tantas luchas en el país frente a conflictos de equidad de género, ruptura de cánones sociales e impericia de las instituciones gubernamentales ante grupos vulnerables.

Tomasa, Luisa, Teresa, Maura y Consuelo viven de manera independiente y autosuficiente, ya que nunca contrajeron matrimonio o cualquier otro tipo de relación que involucrara descendencia familiar. A partir de esta óptica, ¿qué representa su autonomía en un pueblo con extinción progresiva? ¿Qué resignifica? ¿El valor de la progenie? ¿La familia? ¿El matrimonio? ¿El legado? Desde una perspectiva remilgada, quizá onírica, podríamos establecer esta narrativa en un campo donde la determinación, la firmeza y el libre albedrío fueron la causa principal de este fenómeno (lo que tampoco sería falacia, si a este punto ellas no defendieron su libertad). Sin embargo, contrario a estas afables circunstancias, el origen de sus actuales posturas tiene diferentes vértices conectados a un pasado donde cedieron su capacidad de toma de decisiones, como consecuencia de priorizar el servicio a terceros, el cuidado familiar, el sentido de obediencia y la supervivencia personal. 

Pese a ello, con el paso de los años, estas mujeres han reivindicado y reconfigurado la potestad de sí mismas, siendo reconocidas por su comunidad, como parte primigenia de las actividades agrícolas, ganaderas y artesanales; sublevando las condiciones preestablecidas de lo que comúnmente se denominaría un sector vulnerable, y siendo un ejemplo de la autonomía femenina para nuestra temporalidad.

¿Cuál sería la pertinencia de compartir y divulgar estas narrativas, en la demarcación con más muertes por arma de fuego y violencia del centro del país, tal como lo es la región del Valle del Mezquital? ¿Valdría la pena voltear la mirada un segundo a la comuna escondida entre la neblina de las montañas, mientras cuidamos nuestras espaldas de la ráfaga de balas?

Para el alcalde de Ixmiquilpan [Municipio “capital” del Valle del Mezquital] es claro que la violencia y ola de ejecuciones que se registran en su municipio no es su «culpa», sino de las mujeres quienes, dijo, son las autoras principales para alejar a sus hijos de la delincuencia. Ante las 12 ejecuciones registradas en las últimas tres semanas, el alcalde Pascual Charrez Pedraza sostuvo, Ya le pedí a los maestros, ya le pedí a los padrecitos (sacerdotes), sabemos que vamos a ganar, porque la mamá tiene el poder de alejar a su hijo de este fenómeno.

(Ixmiquilpan, 01 JUL/News Hidalgo)

La respuesta es sí. Sí vale la pena voltear, escuchar y dialogar con la antítesis de aquellos discursos políticos y morales que consumen nuestra fuerza, nuestro valor, nuestra sensibilidad. El teatro como trinchera, como megáfono, como reflejo, como respuesta.

FAMILIA: Las migas de pan que construyen el sendero en espera del retorno. El proceso de reconer-nos.

Si usted, lector, quiere reconocer-me, le pido sea comprensible con el cambio de redacción que a partir de ahora será en primera persona, pues lo que leerá a continuación me resulta inalienable.

El proceso de creación radicó en la recopilación de testimonios de vida de las mujeres en cuestión, a lo largo de un año. Cabe destacar que un factor importante para integrarse al espacio íntimo de las participantes, derivó del vínculo sanguíneo que comparto con una de ellas. Luisa, mi tía, familiar con quien mantenía una relación fracturada debido al tiempo, la distancia y la negación de mi cognación paterna. La conciliación fraternal se volvió el motor principal de esta búsqueda, permitiéndome reconocer un nexo perdido en el entramado familiar. Un estudio propioceptivo de mi identidad. Una autopsia consanguínea donde las dudas, los complejos, los prejuicios, los trastornos y los miedos revelaron su origen accidental, logrando incorporarme sin concesiones al fondo de la experiencia.

Fondo que se tornó trinchera desde el primer paso a su materialización, pues desconocía las particularidades geográficas y sociales de Manzanitas Cieneguilla, sin contar que el acceso era restringido por los antecedentes de hurto y estafa que había sufrido la población. Por ello fue necesario localizar y generar sinergias con una integrante de su colectividad: Mercedes Otero, quien fungió como guía y conexión con los pobladores a lo largo de nuestras visitas. Mechita vive actualmente en el municipio de Ixmiquilpan, pueblo en el que también radico (lo que favoreció, en gran medida, la dinámica de integración). Ella fue criada y educada por estas 5 mujeres, convirtiéndose en la “hija adoptiva de Manzanitas”. Los cuestionamientos siempre debían pasar por su filtro; volviéndose un tamiz que asentara y tradujera mis dudas e intereses con el mayor tacto posible.

El mito de la estructura o la inocencia del joven creador.

Durante la primera visita era consciente de la consolidación de mi proyecto en términos técnicos, con una aparente estructura lógica y organizada de las futuras, y aun inexistentes, conversaciones. Creía que todo sería construido de forma progresiva y lineal, casi “Aristotélica”. Sin embargo, nunca hay que olvidar que el teatro, y todo lo que acontece y yace de él o con él, tiene vida.

Los acercamientos para realizar las primeras “entrevistas” a estas 5 mujeres, fueron experiencias sumamente incómodas pero bastante generosas, pues en un intento por ser precisa y no divagar comencé a generar una dinámica rígida, un diálogo petrificado entre el “Sí, no, y no sé”, que respondía a la claridad y a la estructura de un proyecto ceñido a las cualidades de una beca. Era evidente que desconocía por completo la naturaleza de lo que estaba enfrentando, ya que no podía pretender construir algo humano a partir de modelos cuantitativos, presumiendo tener la asertividad de una tesis aún no comprobada, o siquiera entendida.

Durante las siguientes visitas comencé a liberarme de las estructuras y de los métodos de “reconocimiento”, priorizando las imágenes… pues donde la palabra se agotaba, trascendía el silencio, el encuentro, lo ontológico. Todo hablaba: las sensaciones, las reacciones, la forma de interactuar con el ambiente y con los animales, las conversaciones cotidianas, incluso la comida. Esa ceremonia de intercambio menospreciada por el ejercicio rutinario, ese momento se volvió nuestro espacio de intimidad. Sentarnos a la mesa y compartir un plato de frijoles y gallina recién cocida, construía paulatinamente la mejor escaleta, la entrevista con la configuración correcta, la que nunca pude ser capaz de prevenir, preparar o dirigir.

Fue así que a través del encuentro, generamos un reconocimiento emocional profundo, mutuo, en el que identificar y comprender el dolor y el placer de la otra estimulaba largas horas de intercambio. Un diálogo de complicidad y sororidad, que quizá todas teníamos atorado en la garganta. Las visitas se hicieron cada vez más frecuentes, dejé de buscar un objeto de estudio  y  comencé  a  buscar  amigas  con  las  cuales  reír  y  llorar.  

Cada secreto, cada revelación debía ser tratada a filigrana, como sus bordados de flores sentadas frente a la “nada” a las 5 de la tarde. Cada frase era una puntada exacta que debía ser colocada amable y cautelosamente en la tela, para que todo tomara forma. Cada costura, por más similar a las otras, formaba una parte distinta del resultado. Sin importar lo enredado o lento que pareciera el proceso, todo complementaba y respondía a su tiempo. La obra fue surgiendo de la necesidad de deconstruir nuestros relatos como un juego sororo, donde todas pudiéramos gritar desde nuestra “nada”, sin miedo a ser calladas. Donde todas jugáramos a ser vecinas o hermanas con diferentes dolores, pesares, anhelos… pero las mismas interrogantes sobre la vida, sobre nuestro cuerpo, sobre nuestra libertad, sobre nuestras relaciones y decisiones.

La observación meticulosa y la sensibilidad aguda permitía construir naturalmente las conexiones entre la metáfora y la acción, un viaje surreal donde la cotidianidad podía ser símbolo y poesía.

A 10 metros de la entrada de la casa de Tomasa escuché cómo los perros comenzaron a ladrar como locos. Y en un parpadeo pude observar cómo la jauría venía hacía míLista para huir al carro, esperando el primer ataque.

Algo me detuvo:

“No te van a hacer nada, estos perros reconocen las enaguas”

Sí, los perros de Manzanitas nacieron para cuidar nuestras enaguas.

(Fragmento de la obra “Los perros que sólo reconocían las enaguas”. Mayra Simón)

Paisajes que forzaban su salida, cual Elena Garro o Juan Rulfo, mostrando fidelidad y opresión en forma de cancerberos. Dando cuerpo y voz a elementos desapercibidos por la mirada rutinaria. Una poética capaz de reconfigurar el valor y el sentido de su cotidianidad. Citando a Teresa: ¿Qué de mi vida les puede parecer interesante? O estas palabras. ¿Por qué mi vida merece ser escenificada? Una cuestión resuelta en el valor de mostrar la realidad sin filtro, la escondida, la olvidada; en un mundo donde la superficialidad y la ilusión del progreso puede anular su valía. Creo que la exposición de estos testimonios, ocultos en la montaña, puede inspirar y motivar vidas transeúntes en aceras o carreteras, dentro de edificios o cuartos de concreto con ventanas aisladas y candados en las puertas, cocinas, escuelas, casas de retiro o como gusten llamarles.

Gritando a la nada

En voz de 5 actrices, estas historias tomaron vida a través de lecturas dramatizadas, presentadas en sectores específicos como la casa del Adulto Mayor Viuda de Álvarez, grupos de bordadoras y madres de familia del municipio de Ixmiquilpan Hidalgo y la comunidad de Cieneguilla Cardonal Hidalgo, localidad que alberga a Manzanitas.

Ante la incertidumbre de las reacciones de estos grupos sobre el cumplimiento de los objetivos, conscientes de los factores en contra (aparente estaticidad de un texto narratúrgico y una lectura dramatizada con públicos alejados de experiencias escénicas) nos aventuramos a dar ese salto a lo desconocido. Fue así que, con los pies en la tierra, observábamos aún escépticos el resultado. ¿Como una situación ubicada a 1,000 o a 10 kilómetros de distancia podía sentirse próxima, cercana, propia? O como decían algunos: como un recuerdo. Uno donde había cabida para renombrar al pueblo y a las mujeres que habitan en él. Nombrarlas tía, prima, madre, abuela… aquella mujer conocida.

“La tarde de hoy, me permití recordar, me permití sentir, sentirme. Sentir a las otras mujeres a lado de mí”, comentó una espectadora durante la presentación realizada el 5 de noviembre de 2019, en el Centro Cultural Valle del Mezquital ubicado en el municipio de Ixmiquilpan, Hidalgo.

¿Cúal es la magia del hecho escénico que permite pausar la realidad y observar con detenimiento lo negado en la premura de la rutina? Como un espejo, uno que propicia el reconocimiento de nuestros bordes y límites, pero que también despierta la curiosidad por encima de ellos. El reconocimiento más simbólico frente a este espejo construido de ficción sucedió el día en que las mujeres que dieron vida y sentido al proyecto, conocieron el texto y observaron por primera vez la imagen que, con tanto amor, moldeamos de ellas en la presentación realizada en Cieneguilla Cardonal, Hidalgo.

Al escuchar la primera risa por parte de una de ellas, acompañada de un “Esa, esa es Luisa”, supimos que todo estaría bien. Es importante mencionar que el temor más grande en el acto de poiesis, consistía en traicionar, con aliteración, la autenticidad de lo auténtico, de lo real y entrañable sucedido en el proceso; cual zona natural protegida en riesgo de ser una atracción turística más.

Sin embargo, el encuentro de ellas expuestas ante sus conocidos: su pueblo, derivó en un acontecimiento sensible, donde los comentarios de admiración a su labor del día a día propiciaron de forma bilateral un sentimiento de orgullo, no sólo por las mujeres sino por el pueblo mismo. Cieneguilla en escena, dicho y articulado en boca de extraños, propició un espacio íntimo. Un juego donde todos volvíamos a visitar Manzanitas por primera vez. Tomasa, Luisa, Teresa, Maura y Consuelo, fueron el vértice de un sin fin de aristas conectadas a una historia en común, una donde cualquier mujer escondida en su “nada”, que escuche o conozca la historia, tome lo que quiera, lo nombre, lo estruje, lo bese, lo corte, lo sobe, lo haga suyo y sepa que no está sola.

Como parte del protocolo, al final de la lectura dramatizada, presentamos un micro- documental en pro de establecer una “conexión a tierra” del mundo ficcional, otorgando un rostro al cual agradecer la experiencia. En esta presentación de reconocimiento, notamos el impacto que una imagen trasladada y amplificada a la escena, a lo no- cotidiano, puede tener; ya que ellas nunca habían tenido la posibilidad de observarse fuera de sí, de verse a sí mismas y a su vida en un video a gran escala. Sus reacciones respondían al llanto y a la risa, quizá emoción, quizá nostalgia… pero al final parecían conmovidas, pues entre la algarabía se escuchaba una frase emitida con singular alegría: “¡Ahora sí, ya soy famosa!”