Por: Irlanda Mainou
En una sociedad racista no basta con no ser racista. Hay que ser antirracista.
Angela Davis
Ser estudiante universitario de artes escénicas supone poseer una inexorable creatividad que, aparentemente, es inagotable. En tiempos extraños y complejos de COVID-19 los procesos creativos se han vuelto cada vez más individualistas, desde el confinamiento, desde la soledad y la espera de algo nuevo. Sin embargo, el miedo y la incertidumbre de ser una universitaria que apuesta, de entre todas las áreas de investigación y praxis, por la creación dramatúrgica para que, de alguna manera, esta abone a los procesos sociales y divergentes, no son tan grandes como la ferviente necesidad de hacer y de crear.
Así que comencé mi primera pieza dramatúrgica, llamada “Cartografías de una infanta”. Inicié con el proceso de ahondar en la investigación de ciertas temáticas cruciales para escurrirme dentro de las vidas que creé. En cuanto tuve la idea y el objetivo claro en mi mente, me percaté de lo demandante que es la narrativa contemporánea y me comprometí con la importancia que las contra-narrativas manifiestan en la actualidad, al momento de plasmar una historia.
¿Cómo funciona el concepto actual de contra-narrativa? Significa darle foco y luz protagónica a un personaje que, por sus características interseccionales y culturales, probablemente estaría perdido u olvidado en cualquier otra historia. Es despojarnos de la idea heteronormada de que los personajes principales deben basarse en las clásicas características de “hombre, blanco, heterosexual, cisgénero” que al final resulta ser el “héroe”, el “bueno” o el “lobo solitario”. Ir en contra de las narrativas es, precisamente, desafiar e involucrarse con todos los recovecos de este personaje, que tal vez se desarrolla dentro de una precariedad sistémica y que posiblemente vive en las periferias, o posee alguna divergencia de tipo sexual o neurológica.
La dramaturgia es un arte con un fin muy específico en el que se visualiza a sí misma como arte vivo en un futuro, es decir, llevar a cabo la obra. Pero el hecho de no llevar a la escena narrativas de homogeneidad idiosincrática es un compromiso y una responsabilidad enorme, porque si no corremos el riesgo de repetir ficciones contadas previamente. Así mismo, descolonizar la dramaturgia debe suponer una necesidad efusiva para los dramaturgos(as) de la actualidad. Descolonizar nuestra escritura no significa agregar a un personaje racializado a la trama así sin más, sino desvincularse de los aspectos que, por antonomasia, nos llevan a la blanquitud aspiracional.
Siempre he creído que antes de escribir algo hay que leer mucho, para darle un correcto enfoque a lo que buscamos y no caer en estereotipos o clichés. Es un riesgo que decidí tomar al contar la historia de una infanta de doce años que vive en una zona insegura de las periferias de un municipio, donde se albergan la soledad y el olvido. Así como este municipio, el teatro infantil por lo general suele estar un tanto relegado en la sombra de los dramaturgos, por lo que tratar de habitar el espacio escénico dedicado a un espectador infantil o juvenil representa un enorme desafío.
La dramaturgia de teatro infantil apuesta por la creación de mundos que en la realidad serían indecibles. Mundos donde los animales pueden tener una voz propia e incluso características semi-humanas, o donde la educación y los valores suelen ser las principales temáticas. Por eso una siente que camina por una cuerda floja cuando escribe teatro para niños, porque tienes muchas posibilidades de caer, pues existe un indispensable compromiso pedagógico.
Por esto me atreví a que mi primera obra de teatro fuese una obra infantil, para desprenderme de la idea adultocentrista del teatro y enfocarme en las problemáticas de nuestras sociedades infantiles, específicamente de las niñas en México. Porque al crear una historia donde la protagonista es una pequeña niña mexicana (muy grande de corazón e ímpetu), busqué representar a todas esas niñas mexicanas de las periferias, que probablemente nunca se han visto reflejadas en una obra de teatro como las heroínas de la historia y que, por sus rasgos étnicos, han sido racializadas toda su vida.
Abril es una osada y audaz niña exploradora de doce años, que pertenece a una comunidad con limitaciones en un municipio escondido, llamado San Nicolás Tolentino, de mi natal San Luis Potosí. Tiene un fiel camarada que la acompaña en todas sus aventuras y emprendimientos, y que es parte de la cosmogonía mexica: un ajolote. Juntos crean un colectivo con el nombre “Fuerzas armadas Xólotl”, enfocado en hacer el bien para su comunidad y explorar distintas tierras. Todo se conflictúa cuando en medio de una de sus más importantes misiones se topan con un viejo tepachero que establece una interacción extraña e innecesaria con Abril, algo que las adultas describiríamos como acoso.
Para mí era muy importante que la problemática central de la historia fuera la hipersexualización de las cuerpas de las infantas. ¿Por qué? Porque a todas nos ha pasado en este país. Más allá de todos los elementos cruciales que son parte de esta dramaturgia, como el amor propio, el amor a la familia, la amistad, la osadía, la pérdida del miedo para enfrentar nuevos retos… decidí abarcar la hipersexualización para ahondar en las posibilidades del duelo y el enfrentamiento ante dichas circunstancias, a través de un personaje que tiene una fortaleza indiscutible.
El teatro para niños, en su plausible capacidad de transgredir con sistemas deterministas, propone la aproximación hacia el particular encantamiento del macrocosmos que, si se quiere, descansa en la tendencia antropocentrista –al menos en teoría- de la pretensión del dominio cósmico; y de la ruptura convencional de la ciertamente pequeñísima casa terrestre que habitamos.
Salcedo, 2002
Por otra parte, al pertenecer a una comunidad que ha sido marginada sistemáticamente, Abril habla desde su trinchera sobre las múltiples formas de divertirse sin necesidad de tener juguetes costosos o muy elaborados, sino más bien con una imaginación que se encuentre a flor de piel y que sea esta la catadora de todas sus aventuras.
Nuestra dramaturgia siempre será política y es el reflejo no sólo de la personalidad y los intereses del dramaturgo, sino también de la cultura a la que pertenece. Dado el caso de que en este país está normalizado el acoso a diestra y siniestra, quería tener la posibilidad de llegar a las generaciones juveniles con esta pieza, para explicar el fenómeno, enfrentar el pesar y que supieran que no es normal. Fue una necesidad propia el escribir sobre estas temáticas, pues lamentablemente no son cosas que los padres o las instituciones normalicen enseñar, pero para eso tenemos el arte como acto de resistencia.
Todos los símbolos hermenéuticos que atraviesan nuestra escritura están cargados de nuestra propia poética. Yo, por mi parte, decido apostar por una creación dramatúrgica que se aleje por completo de lo heteronormado, que encuentre en los cuerpos de los personajes un medio emancipatorio del sistema y que, a la vez, sea la vía reivindicatoria de las culturas y etnias que tenemos en el extravío.
…nos secuestraron el corazón y los afectos para hacer más fácil la dominación de nuestras subjetividades, de nuestros deseos y de nuestros cuerpos, territorios donde se construye la poética de la libertad y la existencia; la hegemonía de la razón fragmenta la condición de nuestra humanidad (…) fundamentalmente el sentido de lo humano está en la afectividad, no solo somos seres racionales, sino que somos también sensibilidades actuantes.
Guerrero, 2010
Sucumbí, en el buen sentido, al entrar al mundo de la dramaturgia siendo primeriza. Para mí significó gozar de la escritura como medio emancipatorio de las idiosincrasias dañinas que pueden ser colectivas. Un medio con un enfoque pedagógico si se escribe para infantes y, por supuesto, como forma de buscar un auspicio que apacigüe el alma.
Bibliografía:
Salcedo, Hugo. (2002). El teatro para niños en México. México: Porrúa.
Moreno Rayman, María L. (2020). Del cuerpo-territorio como re apropiación para re-existencias emancipatorias. 31 de julio del 2020, de Revista reflexiones marginales Sitio web: https://revista.reflexionesmarginales.com/del cuerpo-territorio-como-re-apropiacion-para-re-existenciasemancipatorias/?fbclid=IwAR2qz5QiaOhYkNI4qH9odXR9GTagccA4M68hYShGM Yn0ouM0wiTqCCzlJDM
Guerrero, Patricio. (2010). Corazonar, una antropología comprometida con la vida. Miradas otras desde Abya-Yala para la decolonización del poder, del saber, del ser. Quito: Ediciones Abya-Yala.