Por Eréndira Gutiérrez López
Un día me vi a través de sus ojos, a la distancia de sus años pude leerme y casi quise abrazarnos y decirnos que todo estaría bien, que quizás había algo más allá de nuestro entendimiento que nos hacia permanecer una y otra vez en el mismo sitio, repitiendo una historia circular. Pero en cambio, no dije nada, suspiré y empecé a buscar una explicación. Alguna vez leí que nuestra existencia está escrita desde las entrañas de nuestra abuela, que cuando ella engendró a nuestra madre, de alguna forma nosotras también empezamos a existir y a vivir a través de ellas. Yo nunca conocí a mi abuela materna, mi madre apenas y pudo compartir algunos años con ella y quizás por eso nunca pudimos ser plenamente conscientes de cada una de las cosas que compartíamos. Durante mucho tiempo, tampoco me di cuenta de todo lo que compartía con mi madre, hasta ese día.
Matrioskas: Reivindicación del silencio transgeneracional es una obra biográfica/documental, que parte de una búsqueda personal que encontró su camino en lo colectivo. La historia de este proceso creativo empezó casi sin darme cuenta, ya que de inicio fue para mí una etapa de introspección profunda, sabía que para poder mirar hacia atrás y reconocer lo que me antecedía, el mejor punto de partida era yo misma. Con la información que tenía a la mano empecé a construir una aproximación a los patrones de vida que se habían heredado hasta mi generación. Seguí por ese camino hasta que, guiada por mi curiosidad, comencé a platicar con algunas de mis amigas más cercanas sobre mi hipótesis, sobre la posibilidad de poder encontrarnos en las vidas de nuestras antepasadas. Pronto ese nuestras, se convirtió en el primer peldaño que albergaría un nosotras. Tras un par de horas de entrevista con cada una, en las que a través de diferentes preguntas les pedía que hicieran una recorrido que partiera desde sus ancestras, hasta llegar a ellas, terminaban siempre mirándome como si todo tuviera un poco más de sentido.
Pronto me di cuenta de que cada una de esas historias, eran la muestra inminente no sólo de tradiciones y costumbres arraigadas entre familias, sino que conformaban un desgarrador paisaje de lo que nos hace ser hoy la generación de la cuarta ola feminista. Me pareció impresionante la distancia que a veces nos separa de estas mujeres tan cercanas a nosotras, como si nuestras vidas fueran realmente distintas, como si el sacrifico, el dolor, la tristeza y el miedo no fueran parte de cada historia. Durante mucho tiempo no pude alejar el pensamiento de que tal vez hemos pasado demasiado tiempo hablando de nosotras y muy poco de ellas, tal vez incluso las hemos escuchado muy poco, casi nada, casi nunca. Pensé que era probable que nunca hubiéramos hecho el intento por hablar su mismo idioma, uno al que se han aferrado para sobrevivir.
Poco tiempo después decidí que trabajaría en la construcción de un monólogo tomando como base principal parte de la biografía de la actriz Aileen Elizalde Gardini, amiga y compañera que me ha acompañado durante todo este proceso. Su historia me atrajo desde el primer momento. No había ningún rompecabezas que construir, era clara la secuencia y la relación entre cada una de las figuras femeninas de su árbol familiar. Lo primero en la lista fue conocer más de su historia, sobre su madre y su abuela, con las que afortunadamente existía la posibilidad de encontrarme para conseguir información de primera mano sobre las cosas que Aileen ya había empezado a contarme. Recuerdo muy bien el día en que nos encontramos y hablando del tema, me fijé en una pulsera que tenía con un pequeño dije de una Matrioska, le dije: “tú eres como esta, con un montón de mujeres igualitas detrás de ti”. Desgraciadamente, a pesar de que yo estaba segura de haber encontrado a mis Matrioskas, no nos fue posible seguir trabajando directamente con su madre y abuela.
Fue entonces que empecé a acercarme a mujeres mayores para entrevistarlas. Cuando comencé no sabía con quien ir, no sabía como iba a hacer para lograr que mujeres desconocidas tuvieran la confianza de hablarme sobre ellas, sin embargo, fui muy afortunada al encontrarme con personas sumamente generosas. Las primeras entrevistas las hice con personas cercanas y era muy común que al término de las entrevistas me dijeran cosas como “yo tengo una amiga que seguro puedes entrevistar, porque le han pasado muchas cosas” y así era. Yo nunca infería situaciones negativas en mis preguntas, simplemente les pedía que recordaran fragmentos de su vida, que me hablaran sobre su relación con su madre o sobre su experiencia en la maternidad, y en automático aparecían cosas que eran difíciles de escuchar. Esta fue probablemente la etapa más desafiante para mí, no sólo creativamente sino de manera emocional, porque fue ponerme cara a cara con el problema una y otra vez.
La última entrevista que realicé fue a una madre soltera que generosamente me compartió su sus memorias desde su niñez hasta su presente. Esa fue la única vez que no encontré palabras para decirle que las cosas estarían bien, para repetir, como muchas otras personas hicieron, que valían la pena cada uno de los sacrificios que había hecho. Pensé en mi madre y en que es casi imposible que yo pueda regresarle, de algún modo, todo lo que ha hecho por mí ¿cómo podría hacerlo? ¿cómo podía yo pensar en maternar sin aceptar plenamente todo el sacrifico? ¿es acaso la única salida una negativa rotunda a la maternidad? Yo de verdad espero que no, pero para eso, quizás antes hay que escuchar las verdaderas historias, las que están detrás de la idea romantizada de que “ser madre es lo mejor que te puede pasar en la vida” y la realidad es que hay mucho que decir sobre todo lo que está alrededor de la figura materna, sumada al rol de esposa y a su deber “como mujer”.
Las fechas de esa última entrevista coinciden con el momento en el que la Secretaría de Cultura del Estado de Hidalgo, a través de la convocatoria Estímulos para el Arte y la Cultura 2020 nos otorga un apoyo que finalmente nos permite llevar a cabo el montaje. Para entonces el equipo ya estaba mejor consolidado, además de tener a Aileen como actriz, se había sumado Raquel Islas como guitarrista y Samantha Olvera como escenógrafa. La idea de integrar la guitarra surgió al darme cuenta de que era un instrumento que de una u otra forma estaba presente en gran parte de las anécdotas de las entrevistadas. Fue así como empezamos a trabajar como colectivo bajo el nombre de Re-Volver Escena, grupo que fundé en la universidad para explorar la escena documental y biográfica.
Crisis es la palabra que define mejor mi estado durante todo el proceso de creación. Algo en mí sabía qué era lo que quería decir, porque llevaba meses gritando dentro de mi con muchas fuerzas, sin embargo, no podía evitar sentir un temor inmenso por no lograr trasladar a la escena todo lo que había capturado al momento de la investigación. Eso, sumado a que esta era la primera obra que realizaba sin ningún texto dramático o de otra índole como base, mis únicos puntos de partida eran la historia de Aileen y la metáfora de la Matrioska, aunque no estaba segura de como iba a articular una obra con eso.
En los primeros ensayos me reuní con Aileen y con Raquel y antes de escuchar los registros de mis entrevistas, nos sentamos a escucharnos entre nosotras. Empezamos a ubicar los puntos de encuentro de cada generación entre las historias de las tres y poco a poco fuimos escuchando, discutiendo y agregando parte de la información obtenida en la investigación. La primera tarea clara que tuvimos fue la construcción de tres personajes: una abuela, una madre y una hija. A la par de está misión, empecé a explorar en escena algunos relatos personales de Aileen, hasta que encontré ciertos momentos que me parecía que encajaban con lo que intentaba decir. Luego pensé que una constante en mi cabeza y en mi corazón, desde que supe que quería hacer algo con este tema, era la idea del tributo y la ofrenda, empecé a preguntarme junto con mis compañeras de qué manera podíamos responder a todo eso que nos dolía escuchar, qué cosa le entregaríamos a nuestras madres si nos fuera posible darlo y que ellas lo recibieran. Y por último decidí, que para que la metáfora tuviera sentido tenía que contar la leyenda rusa que daba origen a las Matrioskas. Llegó un punto en el que teníamos muchas escenas sueltas, con las que yo jugaba todo el tiempo tratando de articular una anécdota coherente. Parecía que en escena estaba todo lo que debía de estar, sin embargo, había algo que no encajaba del todo. Pasaron muchas semanas, semanas en las que tuvimos que parar porque el covid empezó a colarse dentro de nuestro equipo de trabajo y yo me distancié totalmente de la obra. Me sentía completamente desconectada, sentía que no había logrado transmitir toda esa fuerza que había encontrado previamente en las voces de todas las mujeres que me hablaron, sentía que no había hecho bien mi “papel” del directora al sentirme con tantos miedos e inseguridades y me sentía completamente presionada porque más allá de sentirme satisfecha o no, tenía un estreno programado que no podía modificar.
Pocos días antes de regresar a ensayos fue que volví a sentarme frente a la computadora para tratar de reorganizar las cosas. Y como en muchas otras ocasiones, la respuesta la obtuve volviendo al inicio de todo. Inicié este proceso tratando de encontrar a mujeres que en algún momento se vieron desdibujadas para mí y en todo ese trayecto, en ese permitir que tantas voces hablaran y que tantos silencios desaparecieran, me encontré a mí, no se si encontré quien soy, pero al menos esta búsqueda si me dijo mucho de lo que vine a hacer aquí. Y pensé que ese era el punto, que Aileen iba a atravesar a cada una de esas generaciones para encontrar la voz de la nuestra.
Matrioskas: Reivindicación del silencio transgeneracional es una obra que apenas toca un poco de todo lo que hace falta decirse, pero si tenemos suerte, quizás consiga detenernos a preguntarnos ¿qué hay detrás de nosotras? ¿por qué hay tantas cosas que hoy duelen tanto? ¿qué tan lejos estamos de las mujeres de otras generaciones? Toda esta travesía me recuerda que al final todas somos hijas del mismo sistema patriarcal, ese que nos ha condicionado a ser por y para el otro antes que de nosotras mismas. Esa es la verdad, no nos hemos pertenecido durante mucho tiempo y pedazos nuestros vuelan en un millar de direcciones, pero aquí, entre nosotras, también podemos encontrarnos.
Al final la puesta en escena resultó certera y conmovedora, no lo digo por mí, sino porque confío en todas las voces que se levantaron y hablaron con nosotras luego de verla. Fue increíble descubrir que todo y más de lo que esperaba estaba ahí. La historia de Aileen y sus mujeres, parecía ser un poquito la de todas. Algunas creyeron que realmente esa era la historia de la actriz. Y la verdad es que esa no es una confusión que me importe, porque no es solo una metáfora que Aileen es hija de esas generaciones y tampoco es una metáfora que gracias a este recorrido encontré a mi abuela, a mi madre y a mi en su interior. Podré no tener todas las pistas que reconstruyan su vida, pero confío en que tendré los ojos bien abiertos, la garganta bien dispuesta y las piernas preparadas para hacer lo que haga falta con tal de no seguir corriendo en círculos, porque, así como importa todo su camino recorrido, importa también, que un día, desde el útero de su madre, ese ovuló que algún día me dio vida escuchó o sintió que ese no era el camino que quería y aún así ahí se quedó. Te prometo no hacerlo otra vez, mamá, abuela… por ustedes, por nosotras.
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Esta actividad forma parte del proyecto ¡Se armó el Argot con las Medeas!, el cual cuenta con el apoyo del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC) en la categoría de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales (FONCA)