encuentro, cariño, lugar.

Por Diana Betanzos

I

Este año cursé el último semestre en el CICO (Centro de Investigación Coreográfíca). Normalmente, sin pandemia, en el penúltimo semestre se realiza un proyecto de creación coreográfica que se presenta en la caja negra de la escuela y posteriormente en el teatro de la danza, un espacio perteneciente al complejo de teatros del Centro Cultural del Bosque en la Ciudad de México. Esto es todo un suceso para la comunidad del CICO y, claro, para quienes presentan sus proyectos. Este año fue distinto, pues el proyecto se pospuso al semestre siguiente, o sea al último, con la esperanza de poderlo realizar de manera presencial – pues como todxs sabemos, desde hace año y medio, el covid y la pandemia han modificado nuestras maneras de habitar la vida-, pero no fue así y los proyectos tuvieron que desarrollarse pensando en una pieza virtual. Podría decir que este es el antecedente de    G U A R E C E R, la pieza que presenté para acreditar la asignatura de la escuela, sin embargo es necesario decir que cursar tres semestres en línea para mí fue sumamente difícil.

 Antes de que comenzara la pandemia mi familia había decidido irse a vivir al Amate Amarillo una rancheria chiquita con pocos habitantes, como 200, cerca de Malinalco edomex. Mi roomie favorito dejó la casa en octubre del año pasado. Yo me mude a vivir lejos de mis amigas y de todos mis espacios de convivencia. 

La primera mitad de lo que va de la pandemia fue muy bello,  reconocerme poco a poco en una casa que no conocía aunque siempre la había visitado; la casa de mi abuela, que ahora es mi casa. Pude ver a las plantas crecer con un detenimiento que nunca antes había tenido, sentía que entendía el lenguaje planta y también con Totopo mi compañero-gato construimos una relación más cercana, en esta primera mitad reconocí la importancia de tener un hogar y habitarlo, reconocí la necesidad y bienestar que da tener un lugar en el mundo y coexistir, algo que por vivir siempre haciendo afuera no había podido experimentar tan ampliamente. 

El tiempo pasaba y ahora las ausencias se iban haciendo cada vez más presentes, el desánimo, la desesperanza, el miedo, la tristeza y la angustia de a poco iban ocupando más espacio en mis días y mis noches. La escuela y el trabajo eran tan pesadas y complicadas y angustiantes. Las actividades más elementales parecían más difíciles cada vez. El insomnio había aparecido por primera vez en mi vida despojándome,  sin razón ni remedio, de  la mitad de mi sueño cada madrugada y como del 70% de la energía para vivir la vida cada día. 

Sin embargo, había un espacio que no dejó de tener sentido y que en todo momento nutría mi vida, era el grupo del taller  de danza para adultas mayores, el cual facilitaba en la alcaldía de Iztacalco en la CDMX y que antes de la pandemia llevaba, aproximadamente 8 meses, encontrándonos dos veces semanalmente para movernos juntas, respirar y tomar conciencia de nuestras cuerpas y su potencia.

II

Durante las primeras semanas del confinamiento con el grupo del taller platicábamos en nuestro grupo de whatsapp sobre lo que ocurría, las noticias y la idea de que pronto volveríamos a tomar nuestra clase, nos dimos cuenta que no sería así y tras un par de meses,  retomamos la clase por video llamada de whatsapp pues era el medio más conocido por las compañeras y el más accesible,  aunque esto dejó fuera a quienes no contaban con un teléfono celular y conexión a internet. 

Así cada semana Margarita, Maricarmen, Carmen, a veces Guille y Erika, y yo nos encontrábamos para hacer la clase que tanto nos gustaba. Lulú se reintegró algunos meses después pues con su trabajo en un hall center no tenía muchas veces tiempo ni energía para entrar  a la video llamada pero cuando tuvo oportunidad lo hizo. 

Para mí resultaba muy importante sostener este espacio pues reflexionaba sobre la vida de cada una de las compañeras, sobre cómo sería ser mujer mayor en medio de esta pandemia o sobre las consecuencias que el encierro y aislamiento tendrían en sus cuerpas. Sentía cierta responsabilidad de dar y de cuidar, pero al mismo tiempo me iba dando cuenta sobre la horizontalidad que se iba construyendo en el grupo, aunque mi lugar resultaba ser el de guía o facilitadora, notaba que ninguna estaba ahí por obligación sino que era una elección muy libre y que los minutos que dedicamos al inicio y final de la sesión para escucharnos las unas a las otras, las palabras de ánimo, las conversaciones sobre plantas, perritos y gatitos en whatsaap, eran tan importantes como las sesiones de movimiento, y que todo eso hacía parte de un todo en el que el compartir nos colocaba en un lugar de equidad, de respeto, de confianza y sobre todo de ACOMPAÑAMIENTO y auto cuidado colectivo.

Como les contaba en líneas previas, la escuela se había convertido en un lugar que me generaba mucha angustia y en el que sentía que no alcanzaba las exigencias y objetivos de las diferentes materias y cada vez me sentía me más incapaz de alcanzarlos, el tiempo transcurría y yo no llevaba avances de mi proyecto de creación. Había tomado algunas decisiones como: 1,  realizar el proyecto con ellas, el grupo de adultas mayores. 2, continuar con el proyecto de cartas al cuerpo, buscando re historiar y honrar los relatos de dignidad que se inscriben en sus corporalidades. 3, no hacer un video para proyectarlo en la presentación final y más bien apelar a una acción virtual sincrónica con las compañeras. Pero las ideas no fluian. Mi primer revisión frente a toda la escuela fue un desastre y terminé llorando como bebé frente a mis profesorxs, pero me dí cuenta que para nada me interesaba, en realidad, hacer una coreografía bajo los estándares tradicionales en el que la investigación de movimiento pretendiera llegar a un lugar para construir un discurso. Yo no me encontraba en el momento de hacer un planteamiento así, mis energías eran chiquitas y escasas, mis pasos más grandes consistían en salir de la cama para cocinar un poco. Y más bien, me daba cuenta que mi interés, mi pulsión y energía creativa se encontraban en reconocer con humildad y honestidad que mi apuesta y propuesta se encontraban en el acompañarnos, y que mi papel de acompañante, maestra, facilitadora, cuidadora se desdibuja cada vez más para reconocer que al acompañar estaba siendo acompañada, y que este espacio se estaba convirtiendo en una guarida que nos permitía transitar este momento de perdidas y de incertidumbre acompañandonos las unas a las otras. 

III

Ese momento de quiebre fue muy importante para ser honesta conmigo misma y soltar una idea que no correspondía al momento de vida que me atravesaba.

Me sentí liberada y pude desarrollar un planteamiento que me hiciera sentido y  me permitiera compartir este descubrimiento o reconocimiento con el mundo o la comunidad escolar en este caso, en el que mi propuesta, con mayor claridad podía enunciarlo ahora, no se centraba en una investigación de movimiento sino en posibilitar espacios de acompañamiento, encuentro y convivio desde el movimiento somático y la escucha, en un momento en el que el duelo y las distancias se hacían inminentes. 

Pensando en qué era lo importante para mí de este hallazgo y porqué quería compartirlo con apoyo y el involucramiento creativo de Carmen, Lulú, Maricarmen, Margarita y Clau fuimos construyendo GUARECER, eligiendo ese nombre porque este espacio resultaba una especie  de guarida y lugar seguro. Para compartir este lugar colectivo con lxs otrxs, reconocimos  la importancia de nombrarnos a cada una desde nuestro cuerpo y nuestras experencias significativas en la vida con la danza y el movimiento. Posteriormente, pensamos en qué ha significado para nosotras estar juntas en este periodo de la vida. Y finalmente, a través de la video llamada de zoom mostrarnos en tiempo real compartiendo una improvisación de movimiento bajo la consigna de “guarecer es estar juntas” para abrir la invitaciones a todes lxs presentes de compartir con ellos nuestro lugar seguro para bailar y movernos juntos en ese momento.

GUARECER, salió del espacio escolar que fue la presentación final de los proyectos de la escuela y el pasado 8 de agosto nos presentamos de manera hibrida con Lulú, Margarita,  MariCarmen y yo presencialmente, y Carmen y Clau virtualmente en un encuentro de mujeres creadoras escénicas después de casi año y medio de no vernos en persona. 

IV

Ahora quisiera dar paso a las letras de las compañeras para que sean ellas quienes nos platiquen sobre lo que para ellas ha sido estar juntas este tiempo y formar parte de una pieza escénica.

“ El hecho de permanecer en aislamiento hizo que esperaramos  con mucha alegria y entusiasmo el momento de la reunión para saludarnos, platicar y trabajar. El entusiasmo fue contagioso y el ambiente de camaraderia nos unió aún más”

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Esta publicación forma parte del proyecto ¡Se armó el Argot con las Medeas!, el cual cuenta con el apoyo del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC) en la categoría de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales (FONCA)