Por Sagrario Bahena Zempoalteca (Tlaxcala)

Estudié la licenciatura en arte dramático con terminal en actuación, y aunque tuve inquietudes a lo largo de la carrera siento que no cuestione lo suficiente, supongo que porque mi contexto fue normalizando un sistema, en donde mis cuestionantes de la infancia no tenían cabida. Fue al salir de la universidad cuando me enfrenté a situaciones a partir de mi trabajo, que se empezó a develar un mundo frente a mis ojos, uno que siempre había estado ahí.
Y que tenía mucho sentido, pues iba entendiendo diversos momentos de la vida en donde había cuestionado, donde me había enojado, me había puesto celosa, donde hacía cosas sin estar convencida, o me sentía impotente; guarde durante tiempo palabras, sentires y reflexiones, porque pensé que tenía que adaptarme, o
porque las experiencias me adaptaban, y a partir de ellas entendía que no había distintas formas de ser y de funcionar.
Después de la primera obra que montamos con el grupo de teatro que habíamos conformado en la universidad, con la que nos había ido muy bien con la crítica teatral pero con cual no habíamos llegado a tanto público, decidimos que lo mejor era elegir un texto más dinámico, más divertido y digerible para el público, sin perder la crítica social que teníamos como grupo. Así que elegimos un texto, que pensamos era ideal; eran tres personajes nombradas como la ama de casa, la profesionista, y la sexoservidora, a ésta última me tocó interpretar.
No nos equivocamos, fue una obra que se movió a distintos lugares y con distintos públicos y que siempre funcionó. Hasta que un día fue seleccionada para la muestra estatal de teatro y como parte de esta selección tuvimos una asesoría con la artivista, cabaretera, Cecilia Sotres. Fue hasta ese momento y a partir de sus cuestionamientos que caí en cuenta que no me había escuchado en ese proceso. En varios momentos de la creación de personaje me sentí conflictuada, a pesar de que esta personaje era muy divertida, algo no me dejaba estar en paz; el vestuario no me gustaba pero tampoco tenía otra propuesta, porque como mujeres
estereotipadas lo mejor es que lleváramos vestido y zapatillas, me sentía insegura porque las zapatillas de mi personaje eran muy altas y a mí ni siquiera me gustaban, pero como toda actriz debía aprender y hacerlo ver muy fácil. Una vez quedé desnuda a mitad de función porque al vestido se le habían adherido unos
senos falsos, grandes y pesados, así que con el movimiento el vestido se me deslizó hacia abajo, dejando mi torso desnudo. Ese vestuario era algo que al público le llamaba la atención, pero a mí me hacía sentir incomoda; mis parlamentos eran divertidos pero varias veces me cuestioné si una prostituta
realmente se sentía de esa forma, si ese empoderamiento que mostraba mi personaje, realmente era empoderamiento; quise modificar textos pero en la escuela se nos había enseñado a respetar al autor (así, porque casi no hablamos de las autoras), y a lo que había escrito. En fin, ese encuentro con Cecilia fue
parte aguas, nos hizo ver que aquello que creíamos decir al público, en realidad no estaba sucediendo. Empezando porque el texto era escrito por un hombre, y esa perspectiva siempre será limitada o tergiversada, después porque la dirección era llevada a cabo por otro hombre, y aunque la parte creativa estaba a cargo de todo el grupo, ese ojo externo y guía, era importante para que creciera y tomara
más profundidad nuestro trabajo. Cada una de las actrices reescribimos nuestro monologo, no pensamos en respetar al autor, sino en escribir lo que realmente pensábamos, sentíamos y queríamos decir a través de esas personajes.

Desde ese momento busqué sentirme cómoda siempre, y si no, hacer algo al respecto, y empecé a tomar seguridad para crear mis propios discursos en el arte.
Es importante el contexto, porque a partir de este suceso empecé a ser más consciente de muchas desigualdades, violencias y abusos en el teatro. Y empecé a darme cuenta de todo el sistema que respalda y permite que eso suceda.
En el teatro las mujeres mayoritariamente somos las actrices, donde las actrices son consideradas como las que obedecen las indicaciones de un director. Las actrices además solemos interpretar personajes con roles, o estereotipados: la mamá, la hermana, la tía, la abuela, la amante, la prostituta, la maestra, la bonita,
la gorda, etc.
Las mujeres que deciden salirse de estas normas tienen un camino más complejo para que su trabajo sea reconocido y respetado.

Las historias en el teatro difícilmente hablan de nosotras por nosotras. En el teatro se nos cosifica, sexualiza, se nos invisibiliza, se nos silencia, se nos violenta…
Pero no llegamos ahí de la nada, hay códigos, símbolos y referentes a lo largo de la carrera y de la vida, que permiten que estas normas se asuman y no se cuestionen.
Conforme me desarrollaba más en el ámbito artístico con una postura feminista, fui descubriendo cuántas mujeres han sido abusadas y violentadas en nombre del teatro; perjuicios normalizados o silenciados por el entorno. Hablemos del estado de Tlaxcala entonces, un estado proxeneta, violentador y corrupto. Dónde si
deseas hacer teatro tienes dos opciones, irte a estudiar fuera o integrarte a los grupos locales y confiar en que de verdad hacen teatro. Yo opté por la primera alternativa, y sin duda tiene que ver porque entrando a la adolescencia migré con mi familia al norte, y cuando quise regresar a estudiar saliendo de la prepa, no
conocía nada en mi estado de origen (Tlaxcala) así que me fui directo a buscar opciones de escuelas, además porque con todos los esfuerzos mamá y papá me apoyaron para estudiar lo que yo quería, ventajas o quizá privilegios que no tenían ni tienen otras y otros jóvenes, ya que llegar a la escuela no fue opción para ellas
y ellos, y que si se aventuraron, no pudieron acabarla por falta de recursos.
Sin embargo, y a pesar de ser parte de un centro educativo, y además artístico, la escuela de teatro no se exime de la violencia y el abuso de poder por parte de quién se encuentra frente al aula, a quién además respalda una institución.
Muchas veces es difícil reconocer cuando algo está siendo transgresor, sobre todo a la hora de trabajar con el cuerpo y las emociones, siempre existen delgadas líneas.
Mirando en retrospectiva, fueron cinco años en donde mis mayores referentes fueron masculinos. Podemos intuir con qué obras y discursos trabajamos a lo largo de ese tiempo. Y eso, de una manera imperceptible, te hace pensar que como mujer no puedes aspirar fácilmente a ser una intelectual y referente del
teatro, porque esos lugares están destinados para hombres, así que lo mejor que podemos hacer es actuar, demeritando además este arte, porque no se busca la profundidad, sino la superficialidad que cumpla las exigencias comerciales.
Recuerdo pensar que algún día iba a dirigir, pero primero pensé que necesitaba experiencia para llegar ahí, sin embargo no era el pensamiento que tenían mis compañeros que elegían como terminal la dirección. Aunque como estudiante no cuestioné nada de eso. En la realidad (escuela) como en la ficción (textos) somos
estereotipadas, encasilladas, cosificadas y sexualizadas.
Vamos a analizar la segunda alternativa en el estado de Tlaxcala, donde además artísticamente existe una centralización que apenas se empieza a erradicar, principalmente a que varias personas que estudiaron fuera, regresaron a desarrollar iniciativas en sus comunidades, pero no tantas como nos gustaría, u otras nada éticas como deberían. Al ser zonas sin oferta, personas con o sin estudio deciden aprovecharse de la situación, pues existen juventudes e infancias que desean acercarse al teatro pero no tienen posibilidades, ni económicas, ni sociales. Así que esas personas, en su mayoría hombres debo decir, realizan convocatorias, casting, invitaciones para ser parte de sus compañías o grupos de teatro, y es ahí donde el teatro se vuelve enganche para realizar un negocio de abusos y explotación.
Hay otros casos donde a falta de conocimiento jugarán a partir de vulnerarte, de transgredir tu cuerpo y tus emociones y hacerte creer que eso es teatro. Y algunos aprovecharan esas mismas circunstancias para manipularte y abusar de ti. Porque se nos ha dicho que las actrices somos las prostitutas del teatro…y aunque
nuestro cuerpo siente que algo no está bien, los manipuladores y encubridores jugarán con tu mente para que pienses que eres una exagerada, o culpable por provocar. Esto no es difícil digerirlo porque es el mensaje que vemos por todos lados, en los medios de comunicación, en las redes, en la publicidad, en los programas de televisión, en los libros, en las revistas, en las relaciones sociales; en este sistema patriarcal somos meros objetos a disposición de otro, para vernos como se nos exige, y para complacer a los demás. Así como sociedad normalizamos el abuso, la cosificación y la explotación de nuestros cuerpos; como mujeres tememos hablar y sentirnos juzgadas, o si lo hacemos no somos comprendidas ni escuchadas de manera empática. Y a pesar de que en materia legal hemos progresado para pedir justicia en ese tipo de situaciones, la atención a víctimas en el estado es violenta e ineficaz, y los procesos son muy obstaculizados, cansados y pocos son los que proceden, justamente porque no existe la perspectiva de género en las diferentes instituciones que atienden estos casos. Perspectiva que tampoco existe en el teatro; y por supuesto que hay
diversidad de artistas con critica, consciencia, necesidad y responsabilidad para crear arte, que saben llegarán a muchas personas, y que de una u otra forma podrán incidir en la sociedad y en todos estos sistemas que nos norman y nos inhiben el pensamiento propio y la libertad. Pero aún falta mucho trabajo en todo el
ámbito teatral, para que las prácticas nada éticas y el funcionamiento jerárquico, patriarcal, machista y violento no se sigan perpetuando.
En el ámbito, a las actrices no se nos ve como mujeres creativas y propositivas, trabajamos a partir de exigencias estéticas que en algún momento (se) establecieron. Como escritoras, directoras, creadoras, somos invisibilizadas, subestimadas, tenemos que realizar mucho más para que se reconozca nuestro trabajo y nuestras aportaciones a la teoría del teatro.
Será complejo pero no imposible, reestructurar este mundo artístico; en la medida en que se vayan generando cambios, se propiciaran otras formas de presentarnos, de relacionarnos, de crear. Tendremos referentes que nos dirán a todas, que es posible y tiene que suceder. En las diferentes escuelas que
preparan a personas interesadas en el teatro se tienen que realizar planes y programas con perspectiva de género, así como los acuerdos de desarrollo y aprendizaje. La planta docente tiene que ser capacitada y evaluada para guiar de la mejor manera en sus aulas teniendo consciente la garantía de los derechos
humanos y estudiantiles, y deben ser sensibilizada y certificada para trabajar con personas a partir del ser y sus componentes. La planta estudiantil también debe tener campañas periódicas de información y sensibilización, primero para tener conocimiento de sus derechos y velar porque se respeten, segundo para irse formando como estudiantes más conscientes, con posturas críticas, con mayor seguridad y responsabilidad para crear sus discursos propios, no violentos y necesarios para los contextos en los que se desarrollen. Debe haber una instancia que se encargué de vigilar, garantizar y propiciar que toda esta iniciativa se lleve a cabo en las escuelas y fuera de ella, pues también deberá existir algún tipo de
regulación para todos los grupos comunitarios que se desarrollen en el estado.
Las convocatorias federales y estatales deberán crear los filtros adecuados para que ninguna persona violentadora y explotadora pueda acceder a ese tipo de apoyos que le permitan seguir desenvolviéndose y abusando de su poder.
La industria de la publicidad, los medios, los programas televisivos, el cine y todo lo que conlleva, debe de ir de la mano con estas reestructuraciones, debe ser un hecho la regulación de toda creación y propagación de contenidos que atenten contra el bienestar de la sociedad, porque en la medida en que en la ficción
tengamos otras construcciones, otras alternativas y posibilidades de ser y estar, abriremos la panorámica en este presente y generaremos otras formas de ser y estar, más sanas, más equitativas, más creativas y empáticas.