Por Susana Meléndez

Fotografía: Stephano Morales

Un mapa, una imagen, una dramaturgia, un horizonte amplio como un campo arado, 

una mujer contempla desde una latitud al norte, el mar. 

Al sur una pampa argentina donde se siente el aire chocar. 

Otra mujer parada en ese horizonte contemplando la tierra, 

tiene las manos en los bolsillos y mira. 

Los ojos de la mujer ahora miran un río calmo, 

lleno de memorias, 

de cuerpos. 

El río donde casi todos los extranjeros al llegar creen que están frente al mar. Ellas se preguntan, 

se mezclan entre sus silencios, 

reflexionan y sin saberlo ya se están encontrando. 

En esas tierras del norte de México, Mariana piensa en las preguntas que logran provocar un brinquito en el corazón, ella alza la mano, se pone a preguntar y yo, que la escucho, comienzo a preguntarme: ¿dónde se forma una red? ¿Qué tan profundo es un abismo? ¿Cuántas ondas se producen al arrojar una piedra al mar? 

Ella dice que las preguntas que no tienen respuesta provocan un brinquito en el corazón, y yo le creo. Veo que hay saltos de todos los tamaños, hay unos que incluso sacuden tan adentro que no queda más remedio que salir a su encuentro, tomar las calles y empezarse a encontrar. Una mujer camina por el asfalto y ve que todas han salido, porque hay un pensamiento urgente que inunda las calles argentinas, yo las veo mientras camino y me uno a ellas. Veo que lo que se piensa aquí es el gran mapa del cono sur, es su pensamiento territorial, y sus creaciones que habrá que vincular porque hoy están. Porque como dice su escritora Sylvia Molly: 

Tengo que escribir estos textos mientras ella esté viva, mientras no haya muerte o clausura, para tratar de entender este estar/no estar de una persona que se desarticula ante mis ojos…”

(Molly, 2010, p.9)

Así todo, o casi todo, nos resulta personal y urgente de comunicar. Pensamos en el territorio y pensamos en sus dramaturgias que se están formando. Leo, leemos y deseamos preguntar. Preguntar de lo que ellas escriben y cómo y desde dónde lo escriben para conocernos, para vincularnos y juntas hacer un frente de conexiones ante la indiferencia de las relaciones humanas que nos quieren implantar. 

¿Dónde se forma una red? 

¿Cómo nace un proyecto? 

Mi abuela sabía tejer, tejía servilletas para guardar las tortillas y decoraba almohadas con flores de hilos rojos. Mi madre le aprendió eso de los hilos y tejían juntas después de comer, un día me tejió un chaleco rosa. Yo aprendí poco, y en este camino de aprendizaje encontré sonrisas hermanas. 

Berenice, Michelle, Faviola y Susana aprendimos a tejer de otra manera porque si un día una mujer lanza una piedra al mar esta termina por resonar, quizá vuelve a sonar años después en tierras extranjeras, al sur en estas plazas verdes, es casi imposible no resonar. 

Así, desde la lejanía de casa, en el mapa del cono sur toma forma este proyecto TEJIENDO REDES. Mujeres Jóvenes Hacedoras de Teatro (2018). Un proyecto que podemos ubicar en un mapa; sin embargo, es tan móvil como las involucradas que lo conforman. Hemos transportado en la RED de Lecturas Dramatizadas I, dramaturgias de jóvenes mexicanas a tierras argentinas para crear un despunte de montaje teatral, pero sobretodo para vincular el pensamiento escénico de las mujeres que habitan y forman la escena de dos territorios, del norte las que escriben y del sur las que dirigen el montaje. 

Una directora y los actores dieron voz a ese pensamiento actual de la escena mexicana en 2018. Aquello que esa joven estaba pensando frente al mar fue transportado al recinto teatral, para acercarnos un poquito más. Seguimos tejiendo y ahora realizaremos la RED de Lecturas Dramatizadas III con España. 

Una mirada actual 

Se hicieron REDES de cruce, creativas y generosas para acompañar los encuentros entre mujeres desconocidas y ubicarnos cada vez más, reconocernos entre hacedoras y transitar juntas estos cambios como humanidad. Estamos paradas frente a la incertidumbre, esta se coló en las creaciones. Unas resistieron y se transformaron, otras desaparecieron para dar espacio a algo que aún no sabemos nombrar. El saber será paulatino, pensaremos y caminaremos mientras estemos juntas, resistiendo, abrazando. 

Tras tres años de trabajo vemos que las redes se expanden, hacen eco y generan otros cruces. El miedo se hace a un lado y las mujeres retoman sus voces para juntarse, comunicarse. Una nueva ola nos espera, aunque por ahora las calles no se llenen de pañuelos verdes y violetas. Ya nos reconocemos y nos sabemos, acompañándonos desde la virtualidad. Otro espacio que será feminista o no será.