Por Valeria Lemus
Fui de esas personas que dijo “Me voy para no volver”, “me voy para poder sentir libertad”, “me voy para poder aprender”, me he ido y ahora observo de lejos, me fui de mi norte antes de cumplir los veinte y es ahora cuando más cercana me siento.
Soy actriz, productora, gestora, administro un espacio cultural independiente (ECI) y soy de Tamaulipas, hacer teatro para mi significó hacerme una serie de preguntas muy determinantes de lo que será de mí en los siguientes años, confrontar en mi núcleo familiar sobre las expectativas que había sobre mi carrera profesional, lo que mi madre y padre veían como mi divertimento no podría ser considerado vocación o carrera, o mucho menos desplazarme sola sin alguien que me vigilara porque era 2010-12 cuando me descubrí en el teatro y el narco estaba invadiendo cada rincón social, había que pensar en conservar la vida, no había tiempo para las artes, y ahí entendí que iba a estar difícil sino era determinante con mis deseos.
Decidí estudiar mercadotecnia en 2011, creo que ese punto fue determinante, porque algo en mi interior me decía: para hacer teatro en Tampico o en CD. Madero, vas a necesitar algo más que sólo estar comprometida con la escena, así que por qué no, estudia algo que me permita aprender herramientas y estrategias para convocar público, seguro así podrá ser más llevadera la batalla. Pero había un tema en ese momento, estudiar mercadotecnia era una alternativa educativa poco costeable para mi familia y probablemente no era la única, pero investigué opciones y apliqué a un concurso fui beneficiaria de una beca del 100% para cursar la carrera, mi familia estaba orgullosa de mi: una publicista en la familia, lo que no sabían de fondo era que el móvil de esa intención era poder hacer teatro de manera creativa, en los años universitarios formaba parte de una compañía Mitos Escénicos dirigida por Edgar Carriere, cuando ingresé fue a la par de otres compañeres con los que aprendí teatro en el CBTis 103, grupo que también era dirigido por Edgar, en ese momento nos presentábamos en la Casa de Cultura de Tampico o cuando había ocasión en el Metro (Espacio Cultural Metropolitano), Edgar siempre buscaba que estuviéramos en temporada, entrenando y aprendiendo, en la compañía vendíamos nuestros boletos para que fuera el público a vernos, en ese momento el boleto costaba $30, cosa que era una fortuna antes y en otras aún lo es, taller que llegaba a la ciudad taller que tomábamos, me involucré en las redes sociales de la compañía, nos volvimos virales en algún momento (el header que hice para FB aún lo siguen usando), aprendimos a hacer nuestras fichas técnicas, aprendimos a hacer carpetas, aprendimos a organizarnos con las tareas operativas de gestión de la compañía, estábamos haciendo teatro independiente y no lo sabía.
No lo sabía porque muy probablemente nunca cuestioné ¿Qué era eso que hacíamos?, sólo sabía que sucedía, que me sentía plena, completa <3. Hoy, a mi Yo del pasado le diría: estabas descubriendo que tenías una vocación. No sabía que así se sentía, pero ahora que volteo a los recuerdos puedo decir que fue ahí, pero había un tema que resolver en ese momento, ¿Esa vocación era sustentable? Es decir, ni yo iba al teatro antes de hacerlo. Había una tarea de creación de públicos importante por atender y me estaba dando cuenta de ello.
En mi ciudad, o más bien en nuestra zona conurbada (Tampico, CD. Madero y Altamira) había muy pocos referentes de personas que conociera de primera mano que generaran su economía a partir de las artes, eso me reforzaba pensar que necesitaba un trabajo que me pagara bien y me diera el suficiente tiempo libre para poder hacer una obra, sólo ubicaba personas con cargos públicos en los departamentos de cultura y mucho menos pensemos que hubiese una gran cantidad de mujeres ocupando esos puestos, en ese sentido cabe decir que cuando tuve la oportunidad de conocer a Sandra Muñoz directora en ese entonces de la compañía de teatro del Metro, ahora DOSCE La compañía, me parecía y parece que no era ni es poca cosa, no era consciente de la poca representatividad que ocupábamos en ciertos lugares como mujeres.
De cierta manera estaba abrazando un futuro que pensaba como único, luego tuve noción de las universidades de artes escénicas, sobre todo las que existían en Ciudad de México, pero, en el país hay universidades muy dignas en los estados para arte dramático, sin embargo es ahí donde decido que tenía que moverme, por tener la percepción de que ser autodidacta en colectivo con la compañía a la que pertenecía no era suficiente y hoy le diría a mi yo del pasado: ¿De dónde compraste esa idea? Y comparto en este texto esa sensación que tenía, porque considero que mucha de la movilidad de personas que queremos dedicarnos a las artes lo hemos hecho porque en nuestros entornos de comunidad artística no sería sinónimo de cierta “calidad” hacer una compañía habiendo tenido una carrera de teatro, que hacer una compañía y no tener estudios universitarios, o incluso “no saber teatro de formación” es sinónimo de no contar con personas para trabajar bien. Hoy 2022, creo que ha cobrado otro tipo de dimensión. Hoy encuentro esa discusión fuera de foco, como si erradamente dirigiéramos una batalla entre quienes queremos dedicarnos a las artes escénicas y no hacia los aparatos o sistemas educativos de nuestros territorios para el fomento del aprendizaje del arte y la cultura, de procurar el desarrollo socioeconómico para dedicarse a las artes como una actividad productiva.
Cuando me fui, comencé a entender hacia donde tenía que luchar, que no era en mi gremio el tema de fondo, sino hacia afuera, a dialogar a gestionar ideas, a esas ideas volverlas proyectos, políticas públicas volverlas, y entonces dialogar entre la comunidad de fondo la búsqueda de una organización colectiva.
Esto lo he entendido en mi trabajo dentro de Foro Shakespare, la Compañía de Teatro Penitenciario y El77 Centro Cultural Autogestivo, conocí a Itari en la Muestra Nacional de Teatro de 2012 en San Luis Potosí, en la impartición de un taller de impacto social. Hasta entonces no tenía un referente de un teatro que empleara a un número alto de personas, que ninguna de ellas tenía trabajos secundarios para intentar dedicarle tiempo al teatro, más bien su trabajo era el teatro, en ese sentido, no lo dudé y me acerqué con toda la entraña a querer sumarme y aprender.
La toma de decisión fue drástica, en la universidad solicité hacer mi residencia empresarial ahí en el Foro, y tuvo que pasar a una especie de consejo, porque costó reconocer en ese momento el impacto positivo que podría tener la mercadotecnia en las artes escénicas, cuando resulta que en el Foro había un departamento que se llamaba “Relaciones Comerciales”, pero después de poco más de un mes, hubo una resolución positiva para que me pudiera ir de Tampico al DF a estudiar, lo siguiente fue mi familia, con la cual pasé una especie de separación, no de territorio, sino de expectativas, como si hubiera fragmentado a la familia por querer hacer teatro y no quedarme, mucho tiempo sentí culpa, sentí que estaba siendo poco empática, tal vez tenían miedo de que estuviera sola acá, pero yo tenía más miedo de quedarme allá.
Mis padres ambxs, tuvieron que moverse de sus ciudades para poder estudiar (mi papá es de una congregación que se llama Galeana por Naranjos, Ver. y mi mamá es de Poza Rica, Ver.), eran ambxs la primer generación en sus respectiva familias que lograban ser profesionistas, esperaban que con eso nadie más tuviera que moverse, pero la vocación, eso era lo que no coincidía, ellxs no hubieran querido irse de sus hogares, hubo necesidad, no vocación de movilidad y no nos podíamos entender ahí. Con el tiempo hemos sanado esa primera herida y lo hemos ido abrazando y respetando, dejaron de decir: se fue a hacer su hobbie, ahora dice: hace su trabajo y un trabajo que le gusta.
A mi yo del pasado le diría, te vas a equivocar mucho y está bien, porque estás en buenas manos, estás con personas que te cuidan y que te incentivan a aprender, no pierdo mi identidad aunque habite otro territorio, porque más bien esto ha sido como expandirlo, ha sido expandir el norte del vengo a otras latitudes.
En estos años el andar ha sido en adentrarse a los espacios culturales independientes como un lugar para fortalecer hacer teatro al margen de los apoyos locales, estatales o federales que pueda haber. Pensar en un espacio independiente para atrincherarse, no ha sido fácil, no lo digo como la ecuación más sencilla, pero sí como la que más sentido me hace, siendo las artes tan abiertas y amplias, un espacio escénico puede ser un momento de encuentro para el que viaja, el que vive, el que llega, un espacio escénico puede ser hogar, encubadora, altavoz, vitrina y comunidad. Solemos ubicar que los espacios le pertenecen a una compañía en específico y que programa y recibe a otras, ¿y si esa ecuación se alterara un poco? Que fuera más bien de varios grupos, de diversas disciplinas artísticas, pensarse como un espacio que tiene teatro, música, danza, talleres de pintura, canto, gráfica, que produjera desde sus propios medios, ¿Y si la organización en Cooperativas Culturales pueda ser un territorio para solidificar a los espacios independientes en los estados?
Norteña del futuro, generemos lugares de los que podamos apropiarnos para las norteñas y norteñxs de hoy y del mañana, si un día te quieres mover, que sea por vocación y si te quieres quedar sea por expansión. Ahorremos años en el tiempo para que los podamos invertir en crear
Repensemos otras maneras de organización, un espacio, que nos permita ser hogar y un centro de producción. Nuestro teatro en el norte atrincherándose con más artes, seremos fuerza y unión.
No quiero que tu norte compita contra el mío
Evitemos hacer del afecto un territorio
Si le ponemos cerca una de las dos partes va a querer cruzarla en cualquier momento.
¡Hagamos puentes!
Hagamos temblar las costumbres
De las personas a nuestro alrededor
De ancestros y vivos
Renombremos los caminos,
Que pensar en mi corazón
También sea considerar el tuyo
Bienvenida tu alma a mi norte
Y a la ciudad de la que ni tu ni yo somos hijas
Pero sembramos amor,
Espero un día habitar tu tierra,
No como frontera,
Sino como visita,
Que nadie tenga que correr,
Solo ser
De es que desconozca el como,
Pienso el amor que me habita como un lienzo en blanco,
No como un patrón, no un deber
Que ninguna promesa atente contra otra
Bienvenido tu ser a mi campo de afectos.
VL.